Vettel era mentira
No éramos ni uno ni dos los que lo decíamos en los tiempos de vino y rosas, cuando Sebastian Vettel arrasaba a sus rivales cada fin de semana y sumaba títulos como rosquillas. “Es un buen piloto, con un coche estratosférico”, comentábamos. Justo después de que el alemán sumara su cuarto mundial, Fernando Alonso lo dejó muy claro: “El tiempo lo dirá, pero creo que Vettel será una leyenda cuando tenga un coche como el resto y gane. Pero si algún día tiene un monoplaza igual que el de los demás y es cuarto, quinto o séptimo, entonces estos cuatro títulos serán malas noticias para él, porque la gente se tomará estos cuatro años aún peor que ahora”.
Esto es, justamente, lo que ha sucedido. Vettel ya ‘sólo’ tiene el segundo-tercer mejor coche de la parrilla (dependiendo del circuito, se juega ese puesto con Williams) y con esas armas, se ha diluido como un azucarillo. El alemán ha subido dos veces al podio en 11 carreras a pesar de haber salido tres veces desde la primera fila de la parrilla y otras tres, desde la segunda.
La comparación con Ricciardo, su compañero novato, es sangrante. El australiano ha ganado dos carreras, ha subido otras tres veces más al podio y es tercero del campeonato con 131 puntos (y eso que perdió otro segundo puesto al ser descalificado en Australia). Vettel, sexto, sólo ha conseguido 88 puntos…
Ricciardo ha mostrado buenas maneras en esta primera mitad de temporada y es un buen piloto, pero que nadie se engañe: si se hiciera una encuesta en el paddock, le costaría entrar entre los 10 mejores ‘volantistas’ de la F1. Finalmente, la verdad ha salido a la luz: con Red Bull, un piloto de nivel medio-alto, como Ricciardo, también habría sido campeón del mundo cuatro veces seguidas. Adrian Newey fue el verdadero campeón del mundo en 2010, 2011, 2012, y 2013.
Y mientras, Alonso casi gana dos mundiales con un Ferrari de chiste en esa era de dominio azul; y marcha cuarto del mundial con 115 puntos con uno de los peores monoplazas rojos de la historia. Al final, el tiempo colocará a cada uno en su lugar y a pesar de las copas ganadas, uno será una leyenda y el otro sólo aparecerá como un simple recuerdo en las estadísticas.
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enga, leña al mono