La gasolina incendia la F-1
El conflicto entre Red Bull y la FIA por excluir a Ricciardo en el Gran Premio de Australia simboliza el lío de la normativa
Primer gran premio de la temporada con el nuevo reglamento técnico y primera noche de trajín para los comisarios de la Federación Internacional del Automóvil (FIA) en Melbourne, que estuvieron cinco horas discutiendo con los responsables de Red Bull el exceso de combustible que detectaron en el monoplaza de Daniel Ricciardo, al que finalmente excluyeron al filo de la medianoche tras ser segundo. La relevancia que hasta este año parecía exclusivamente reservada para los neumáticos es ahora patrimonio de los motores, que incluso han sido rebautizados como unidad de potencia. Para tratar de hacer un guiño a la sostenibilidad, los promotores del campeonato se han empeñado en que los monoplazas gasten menos y han limitado el consumo de los propulsores a 100 kilos por carrera, además de establecer una barrera máxima del caudal inyectado, fijado en 100 kilos por hora. El lío estaba servido y la FIA, consciente de ello, emitió una nota el mismo jueves en la que advertía de que adoptaría una postura de tolerancia cero a los que quebrantaran la norma.
Durante toda la carrera, desde el muro se fue informando a los pilotos acerca de cómo iba el consumo y de si en función de ello podían pisar el acelerador o tenían que levantar el pie. A falta de 10 vueltas para la bandera de cuadros, Kevin Magnussen, colocado el tercero, se echaba encima de Ricciardo. Simon Rennie, el ingeniero de pista del compañero de Vettel, le dio permiso a su corredor para darle caña al RB10 porque los parámetros referentes al gasto de gasolina cuadraban aparentemente. Poco después de la ceremonia del podio, la FIA hizo público un escrito en el que informaba de que el coche de Ricciardo estaba siendo investigado por un supuesto exceso en ese caudal máximo de carburante permitido (100 kilos por hora).
Ferrari y Mercedes admitieron que los medidores descuadraron con sus cálculos
Cuando varias horas más tarde se confirmó la sanción, Christian Horner y Adrian Newey, director y director técnico de Red Bull, respectivamente, y Remii Taffin, máximo responsable de Renault (el propulsor), mantuvieron varias reuniones con la FIA para después anunciar su deseo de apelar el fallo. El descuadre, a ojos de Horner, se debió a la poca fiabilidad del sistema empleado por la FIA, que ha dado problemas a varios equipos. “Los sensores de flujo que nos ha proporcionado la FIA han demostrado ser problemáticos desde que comenzaron a introducirse en los entrenamientos de pretemporada”, convino el británico. “Son poco fiables y, de hecho, me parece que ha habido coches que no los han empleado en carrera. Creemos que el que se colocó en nuestro monoplaza ha dado errores. Nuestros cálculos, que provienen de los inyectores que alimentan al motor, una pieza calibrada y bastante estandarizada, indican que esa incidencia no existe”, zanjó Horner, cuya justificación no convenció a los comisarios.
El sábado, antes del tercer entrenamiento libre, Red Bull cambió el medidor instalado en el bólido de Ricciardo alegando que en los entrenamientos del viernes había proporcionado lecturas confusas. Al enterarse, la FIA invitó a los técnicos de la tropa energética a volver a colocar la pieza original una vez terminara la cronometrada, tras haber detectado lecturas “insatisfactorias” del aparato reemplazado. El texto con el que el órgano legislador del campeonato ratificó la descalificación de Ricciardo deja claro que el taller del búfalo rojo fue avisado en el transcurso de la carrera de que estaba traspasando los límites permitidos, que se le dio la opción de corregirse, y que Red Bull optó por no hacer caso.
“Los comisarios observaron a través de la telemetría que el flujo de combustible era demasiado elevado y se pusieron en contacto con el equipo, dándole la opción de reducirlo. Pero Red Bull decidió no hacer esta corrección”, constata el comunicado de la FIA. Ferrari y Mercedes, por su parte, reconocieron que los datos de los medidores incorporados en sus coches también descuadraron con sus propios sistemas de cálculo, pero que en su caso optaron por hacer caso de la advertencia de los comisarios.
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