Este lunes se cumplirán 20 años del debut de Michael Schumacher con Ferrari. Este evento tuvo lugar en la pista de Fiorano, donde el alemán se puso a los mandos del F310. Este hecho se nos hace impensable hoy en día, ya que por aquel entonces, la Fórmula 1 no había entrado en este proceso de reducción de costes que vivimos, por lo que los equipos que contaban con una pista privada y podían hacer uso de ilimitado de ella para el desarrollo de su monoplaza.
Desde el principio existió una sinergia entre piloto y mecánicos que se vería reflejada con los grandes resultados en los años posteriores. Mucha culpa del regreso de Ferrari a lo más alto, tras unos años en de pobres resultados, fue Luca Cordero di Montezemolo, que depositó toda su confianza en el joven piloto alemán, construyendo un equipo a su medida.
Aquella tarde en Fiorano, se pudo ver a un grupo de hombres de avanzada edad que ‘a priori’ pasaban desapercibidos, pero realmente eran historia viva de la escudería Ferrari mas tradicional. Se trataba de los amigos de Enzo Ferrari, que repetían ese ritual de ver la presentación de la nueva maquina desde 1947.
Nello Ugolini, conocido como Maestro, fue uno de los jefes de equipo mas laureados antes de la guerra. Sergio Scaglietti, que fabricaba bombas para frenar a los nazis durante le guerra, fue el artifice de las preciosas carrocerías de los Ferrari durante las décadas de los 50 y 60. Don Sergio Mantovani era el párroco de Módena, que a tantos pilotos ha bendecido. Franco Gozzi era periodista, aunque en Ferrari ocupaba un lugar de consejero respetado. Estas personas y otras ya fallecidas en aquella época, son los culpables de que la Scudería sea hoy la leyenda que es en Formula 1.
La noche acechaba, por lo que los mecánicos se apresuraron para hacer rugir el V10 que entrañaba el F310, cuyo sonido contrastaba con el de los V12 utilizados hasta aquel entonces.
Schumacher dio un total de seis vueltas al trazado, antes de que Montezemolo vaticinara unas tres victorias para el equipo durante esa temporada de 1996. El monoplaza resultó ser uno de los diseños menos acertados de Barnard, pero a pesar de todo, Schumacher logró esas tres victorias que predijo en su día el nuevo patrón de Ferrari.
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