BERLÍN (AFP) - El piloto Michael Schumacher, que regresa a la Fórmula 1 al volante de un Mercedes, dejó huella en la Fórmula 1, conquistando casi todos los récords posibles pero, a pesar de unas estadísticas dignas de admiración, nunca tuvo el aura que rodeaba a algunos de sus predecesores.
Con 41 años (los cumplirá el 3 de enero), 'Schumi' vuelve en 2010, asegurando "haber recuperado toda la energía" que le faltaba cuando hace tres años decidió decir adiós.
Schumacher no volvió del 'mundo de los muertos' como Niki Lauda, ni se despidió del 'de los vivos' en el pináculo de la gloria como Jim Clark. Tampoco posee la aureola mística de AyrtonSenna, ni la madera de héroe de Juan Manuel Fangio. Menos aún la sencillez de Keke Rosberg y está muy lejos de la clase 'so british' de Jackie Stewart. No comparte el temperamento de Nigel Mansell ni el humor de Nelson Piquet. Sin embargo, desde el punto de vista estadístico, es el piloto más grande de todos los tiempos.
Sin ser nunca un alumno superdotado, Schumacher hizo su aprendizaje en kart, Fórmula Ford y F3, para después integrar el 'junior team' de Mercedes junto a Heinz-Harald Frentzen y Karl Wendlinger.
En 1989, llamó la atención por su desempeño al volante de un prototipo Mercedes en Macao y Fuji. Y, finalmente, en 1991 llegó a la Fórmula 1, enSpa-Francorchamps, con un monoplaza Jordan. Apenas había dado unas vueltas al 'tobogán' belga cuando Flavio Briatore, entonces patrón de la escudería Benetton, se fijó en él. Sólo tres años más tarde logró su primer título mundial.
Algunos consideran que heredó "accidentalmente" ese título y la condición de mejor piloto a causa de la muerte del brasileño Ayrton Senna en 1994. "Si Senna hubiera estado en el 94 y 95, yo no habría sido campeón porque él era mejor", confiesa el propio piloto alemán.
Sin embargo, bajo la dirección de Jean Todt -su "padre deportivo"- Michael Schumacher consiguió lo que ni siquiera Alain Prost pudo hacer: volver a ubicar a Ferrari en lo más alto del firmamento del automovilismo. Desde que Jody Scheckter se consagrara en 1979, ningún otro piloto de la 'Scuderia' logró la corona mundial y 'Schumi' tiñó de rojo el Campeonato de pilotos desde 2000 a 2004 incluido. Además, en 1999, junto a Eddie Irvine, logró el título de constructores para Ferrari, que lo había obtenido por última vez gracias al dúo francés René Arnoux-Patrick Tambay en 1983.
Llegado en 1996 a la sede de Ferrari en Maranello con dos títulos en su palmarés y un carácter maduro, Schumacher necesitó cuatro años para "adaptarse" y encadenar cinco títulos mundiales como piloto y seis de constructores.
Pero en 2005 llegó la 'revolución azul' gracias al joven prodigio español Fernando Alonso quien, con sólo 24 años, bajó de su pedestal a 'Schumi', incapaz de superarlo con su F2005. En 2006, el alemán luchó hasta el final con el asturiano, pero se despidió sin poder sumar otro título a su palmarés.
Otro de sus éxitos es sin duda haber logrado mantener su vida privada, de buen padre de familia, a resguardo de las miradas indiscretas. Multimillonario y demasiado conocido como para vivir en Mónaco, tiene una enorme propiedad en Suiza y residencias secundarias en Noruega y Estados Unidos, países en los que pasa mucho más desapercibido.
Durante los 16 años -11 en Ferrari- que corrió en Fórmula 1, nunca perdió la sed de victoria, aunque tampoco fue el 'señor de la jungla' de los circuitos que podría haber sido. La colisión con Damon Hill, que le supuso el título en 1995, y la que tuvo con Jacques Villeneuve, que le valió la exclusión del campeonato en 1997, reflejan bien la determinación sin fisuras de Schumacher que una parte de la afición nunca aprobó.
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