Cuando la abolición de los motores turbo de cara a 1989, en la teoría la FISA (por entonces brazo deportivo de la FIA) sentenciaba :
"Ciertas máquinas disponen en la actualidad de 1.300 HP en las pruebas previas y 850/900 en los G.P’s., lo que pone en graves problemas de seguridad tanto a conductores como a espectadores, por otra parte se ha dado prioridad a los motores atmosféricos considerando que el 98 % de la producción mundial de automóviles es realizada con esos motores, lo cual hace que la FISA se mantenga fiel a su misión, que es la de contribuir al progreso de la industria automovilística."
Los "alcornoques" (en esa época comandados por Jean Marie Balestre), ya trataban (como hoy) de imponer como argumento ese "recurrente cuento" del "progreso de la industria automotriz" .
Pero en la práctica...
Fue el principio y el devenir de una alocada carrera de desarrollos millonarios (luego multiplicados) por parte de algunos (luego masificados) gigantes de la industria automotriz en su "guerra a muerte" llevada a otros ámbitos como la F1, lo que en definitiva “desestabilizó” de alguna manera la competición misma, ya que se cayó en una especie de “inequidad deportiva”, y la FISA no quedó fuera de esto, es más, perdura hasta hoy.
Culminaba así una senda introducida en 1977 por Renault, y que desembocó en una masificación de tal magnitud, que de 1983 a 1988 la “era del turbo” será recordada para siempre como una indisoluble instancia en la historia del deporte motor de la categoría, que hoy día (vaya vueltas del destino) se renueva .