La Fórmula 1 se dispara al pie
En Barcelona, los modestos GP2 pusieron en evidencia los errores de la reglamentación actual
La vuvuzuela de Mercedes no funcionó. El intento de conseguir que los F1 de 2014 hagan más ruido por la simple conversión del terminal de escape en un megáfono no dio el resultado esperado. El incremento de sonoridad apenas era perceptible. Volverán a intentarlo.
A uno el tema del ruido –por más que sea 'adrenalínico' para un núcleo mayoritariamente de aficionados– le parece marginal. Casi una maniobra de distracción para soslayar otros problemas más evidentes y desde luego de mayor calado y más profundos: las prestaciones. Ya lo dijo Fernando Alonso: “Estos coche no corren. No son divertidos”. El GP de España lo pone en evidencia.
La rebelión de la GP2
En Barcelona, los tiempos por vuelta de los GP2 (los mismos coches de 2013) no distaron mucho de los cronos de la F1. El viernes, nada menos que ¡veinticinco GP2! –todos menos uno, en calificación, eso sí– fueron más veloces que los Caterham o Marussia. Excepto Jules Bianchi, que se colocó entre ellos; incluso los tres primeros dejaron atrás a algún otro. Una decena de estos GP2 calificaron con mejor crono que los F1 de Chilton, Bianchi, Erickson y Kobayashi. El autor de la pole de GP2, Richelmi, hubiera estado a 1” de superar el filtro de la Q1. Ridículo.
Si tenemos en cuenta que los mejores equipos de GP2 tienen presupuestos alrededor de los 4,5 millones de euros, la cosa se torna ya en grotesca. Marussia por lo menos tiene un presupuesto 15 veces mayor. Y Caterham si no llega a 20 poco le debe faltar.
En carrera, la comparación es más complicada. Bianchi rodó a un ritmo medio de 1'34”6 con el mejor Marussia y Ericsson, con el único Caterham que acabó, lo hizo en 1'35”6. Richelmi ganó la GP2 a un ritmo medio de 1'40”0... pero hay que tener en cuenta que las primeras 4 vueltas se dieron tras el safety car, por lo que lo el ritmo real debía haber estado justo por debajo del 1'38”.
Dispararse a los pies
Uno tiene la impresión de que la F1 ha disparado el revolver sobre su propio pie. Han aprobado una tecnología muy cara, mucho más que antes, y la han medio capado por las limitaciones de consumo. Y por si fuera poco han reducido en un 30% la aerodinámica y Pirelli se ha visto obligada a una elección de gomas conservadora, más duras, ante las incertidumbres de lo que darían de sí los motores; no podían correr riesgos. Todo provoca la pérdida de prestaciones.
Ya sé. Dirán que esto pasa en Barcelona porque sólo hay una recta de verdad. Que la F1 mejorará, que los cronos bajarán. Pero es lícito preguntarse ¿a qué coste? Y plantearse si el fin vale los medios que se han puesto en juego. Sobre todo teniendo en cuenta que más de media parrilla está en venta o rozando la bancarrota. En el paddock se hablamás de abaratar costos, de techos presupuestarios, de pilotos de pago yde los que no son pagados, de equipos que no pagan motores y cambios más que a cuentagotas y con retraso.
Por eso el zorro viejo que es Pat Symonds, hoy director técnico de Williams tras haberlo sido de Renault por muchos años –los de los títulos de Alonso incluidos–, dijo que la F1 debía decidir“entre ahorrar gasolina o ahorrar costes”. Y quizás lo segundo sea ahora prioritario para la supervivencia.
Luis Pérez Sala, el ex piloto de F1 que fue el último director de HRT, me confesó en conversación informal que “al final creoque nosotros hicimos lo coherente ante lo que se avecinaba, una F1 mucho más cara”. Y ello fue, precisamente, bajar la persiana.
Es cierto, si hubiera batalla de verdad –no simple duelo entre dos pilotos Mercedes– otra cosa cantaría. Quizás entonces las prestaciones pasarían a segundo plano.
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