DOS DE LAS PRUEBAS MÍTICAS DEL MUNDO DEL MOTOR
Por qué las 500 Millas de Indianápolis fueron mejores que el Gran Premio de Mónaco de F1
En cuestión de varias horas, dos de las carreras más emocionantes del mundo del motor coincidieron en el tiempo, demostrando que las 500 Millas estuvieron por encima de la F1
Este fin de semana, coincidieron en el tiempo dos de las mejores pruebas que se pueden ver en el mundo del automovilismo. Mientras que la F1 disfrutaba con una de sus carreras más icónicas, como es el Gran Premio de Mónaco, la Indycar hacía lo propio con las 500 Millas de Indianápolis. De hecho, la presencia de Fernando Alonso en la prueba norteamericana, dejando su asiento en el 'gran circo' a Jenson Button, provocó que muchos aficionados al motor decidieran 'acercarse' a esta prueba, confirmando lo que muchos ya habían descubierto: hay vida más allá de la F1.
Fernando Alonso y el sabor agridulce de la leche en las 500 Millas de Indianápolis
JAVIER RUBIO. INDIANÁPOLIS
Fernando Alonso bebió leche, aunque no la del ganador, sino la de alguien que se fue contento y agradecido por el trato recibido. Un brindis agridulce, pero cargado de simbolismo
Con un par de horas de diferencia, tuvieron lugar la disputa de las dos carreras. Y, simplemente echando un vistazo a ambas, cualquier aficionado al motor se dio cuenta de la evidencia. Mientras que en el Gran Premio de Mónaco el espectáculo quedó ciertamente deslucido durante la carrera, que prácticamente careció de emoción más allá de la salida, las 500 Millas de Indianápolis fueron vibrantes durante las 200 vueltas que duró la prueba, donde incluso a falta de escasos metros para superar la línea de meta aún varios coches peleaban por ver quién sería el ganador definitivo. Hay que decir que justo se juntaron dos pruebas antagónicas por su naturaleza: en Mónaco es difícil adelantar, todo lo contrario a un óvalo.
Ha sido precisamente la presencia de Alonso en la Indycar la que ha servido para que muchos aficionados al deportes 'descubran' un campeonato de velocidad que ha ganado por la mano, al menos en esta ocasioón, a la F1. Estas son las razones por las que Indianápolis goleó este domingo a Montecarlo:
El número de adelantamientos
La salsa de las competiciones de motor son los adelantamientos. Y, por desgracia, en la F1 escasean (y más en un circuito urbano por razones obvias). De hecho, uno de los pocos intentos que hubo acabó con el accidente de Pascal Wehrlein tras un toque con Button, mientras que el resto de posiciones ganadas se produjeron con 'undercut' en boxes. Por el contrario, el dinamismo de la Indycar provocó que, en las 500 Millas se vivieran adelantamientos constantes, ofreciendo una divertida carrera en la que los rebufos y la habilidad de los pilotos les permitían hacer disfrutar a los aficionados.
La habilidad de los pilotos sí cuenta
Cada vez más, la F1 está tiranizada por la tecnología. Los pilotos parecen haberse convertido más en gestores de los botones del volante, que se encarga de controlar todas las variables del monoplaza, que conductores, por lo que las capacidades del piloto quedan en un segundo plano, perdiendo muchísimo peso en los últimos años. En la Indycar, la situación es completamente contraria, pues la habilidad del conductor es fundamental para conseguir el éxito o el fracaso a bordo de un monoplaza. Evidentemente, la tecnología también juega un papel importante, pero la capacidad del humano para leer la carrera, entender la pista y las condiciones de la prueba provocan que el éxito o el fracaso pase en buena parte por sus manos.
Velocidad: pisando a fondo
Realmente, la diferencia de punta de velocidad entre un F1 y un Indycar no es demasiada, pues mientras el primero puede alcanzar una punta de 379 km/h, los segundos llegan a los 386 km/h. Sin embargo, sí difiere la manera de mostrar su capacidad en pista. En la F1 los rápidos son muy rápidos y los lentos, muy lentos, mientras que en el Indycar esas diferencias abismales entre equipos no existen. Esta situación provoca que un piloto con buena habilidad y con el pie a fondo, pueda ser capaz de recuperar muchas posiciones en un corto periodo de tiempo, especialmente en óvalos como el de Indianápolis. Esto hace que la emoción de la carrera siga viva en todo momento y no quede todo decidido en el momento en que los equipos más potentes toman la cabecera de carrera. Además del vértigo de la velocidad, el atractivo del ruido...
La estrategia en boxes
En ambas competiciones, cuándo y cuánto se entra en boxes puede determinar el ganador de una carrera, pero con una diferencia muy importante: la posibilidad de repostar gasolina que existe en la Indycar añade dificultad a la competición, pues es una variable más para el piloto a la hora de decidir su estrategia. Mientras que en la F1 la única misión de la parada es cambiar los neumáticos, con una o dos paradas en toda la carrera y con el limitador activado para el consumo de gasolina, la Indycar permite que el piloto juegue con el peso de su vehículo y el número de entradas a boxes. Así, en una carrera como las 500 Millas hubo desde pilotos que entraron siete veces a los que llegaron a la decena. Cada uno, elige su mejor opción sobre la pista, dando versatilidad y dinamismo a la prueba.
¡Peligro, accidente!
Indianápolis y Mónaco se caracterizan por un elemento común: son dos trazados en los que, el mínimo despiste, se paga con un golpe contra el muro. Pero entre ambas pruebas, existe una diferencia clave: mientras en la F1 está todo tan milimetrado que hasta el riesgo de accidentes está prácticamente anulado, en la Indycar es un elemento fundamental, pues cualquier mínimo toque provoca la salida de pista. De hecho, se pudo ver uno de los golpes más brutales de los últimos años, en el que el gran favorito, Scott Dixon, salió volando por los aires, impactó contra el lateral de la pista y vio cómo su coche se partía en dos. La seguridad de los monoplazas permitió que, sólo diez minutos más tarde, el piloto estuviera atendiendo a la prensa con absoluta normalidad.
La cara de Alonso
El bicampeón del mundo de F1 no pudo acabar los 500 Millas de Indianápolis por culpa de un problema en el motor Honda de su monoplaza. Una avería que, quizás, recuerda excesivamente a los problemas que suele arrastrar cuando pilota en el 'gran circo'. Pero, sin embargo, el semblante del piloto era muy diferente cuando, a falta de algo más de veinte vueltas para el final, tenía que bajarse de su vehículo. ¿Por qué sonreía? Pues la respuesta era clara: se había divertido. Más allá de la avería del motor, Fernando Alonso no sentía la frustración de la F1, donde por mucho trabajo acumulado y muchas horas de entrenamiento, la parte trasera de la carrera es su sitio habitual. Por primera vez en mucho tiempo, peleaba con los mejores y tenía serias opciones de ganar.
La emoción por ver quién gana
Las 500 Millas de Indianápolis dejaron claro algo desde el principio: la constante rotación del líder de la carrera no permitía presagiar quién podía ser el ganador, con habituales cambios de líder. De hecho, los accidentes, problemas mecánicos y pequeños toques provocaron una lectura clara: se trata de una prueba de resistencia donde, en las primeras vueltas, lo único realmente importante es sobrevivir y continuar en competición hasta que llega el momento de la verdad, donde Takuma Sato supo aparecer a tiempo para llevarse el triunfo. En Mónaco, desde que Kimi Raikkonen se puso a liderar la carrera la pregunta era evidente: cuándo sería el momento en el que Ferrari daría pista libre a Sebastian Vettel para que le adelantara y pudiera meter más puntos a su rival en el Mundial, Lewis Hamilton.
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