MOTOR FÓRMULA 1
La Fórmula 1 se desangra: todos huyen de un circo en crisis que solo brilla en el caos de los Mercedes
Uno de los mayores espectáculos del deporte se encuentra dañado por la falta de competitividad y emoción que provoca el recelo de aficionados e inversores.
La Fórmula 1 siempre se ha considerado como uno de los mayores espectáculos del deporte y del automovilismo. Más allá de gustos, tiene un componente de peligrosidad, diversión, nervios, adrenalina que atrapa al espectador y al aficionado y es capaz de sentarle varias horas en frente de un televisor para seguir una carrera o una clasificación.
Más allá de filias nacionales con pilotos o incluso con equipos, la Fórmula 1 tenía un poder de atracción que trascendía cualquier límite. Contaba con personajes carismáticos admirados e idolatrados por todo el deporte, Y tenía ese componente de la velocidad que hacía irresistible pegarse delante de la pantalla para seguir un Gran Premio. Saber que los pilotos se la jugaban a más de 300 kilómetros por hora, escuchar el ruido de los motores, los pasos por curva, rozar los muros y las mil y una particularidades de los circuitos más míticos del mundo hacían de la Fórmula 1 casi una religión.
De hechos, muchos equipos y pilotos son seguidos como si fueran auténticas divinidades o pasiones comparables a otros deportes como el fútbol. Era imposible pedirle a un aficionado de Fernando Alonso que se perdiera una carrera, y tiene que ser muy difícil hablarle a un ferrarista del calvario que está sufriendo la Scuderia este año. Sin embargo, la Fórmula 1 actual está terminando con ese factor emocional hasta de los más devotos.
El dominio de Mercedes
Hoy por hoy, la Fórmula 1 se ha convertido en todo aquello que empieza donde termina Mercedes. Lo malo, es que la sombra de Mercedes es tan alargada que termina oscureciendo al resto salvo una debacle que se antoja improbable cada fin de semana. Cuando esta sucede, muchos se acuerdan de lo que era la Fórmula 1 de verdad, ese espectáculo bautizado como el 'Gran Circo' porque entretenía a todo el mundo.
Carreras como la de Monza con un podio formado por un Alpha Tauri, un McLaren y un Racing Point suceden tan de tarde en tarde que se podría afirmar sin lugar al error que pasan una vez en la vida. Y ya tocó el pasado domingo. Esto, lo único que significa es que lo más probable, lo normal, lo que viene siendo habitual los últimos años es que en la siguiente carrera, Hamilton y Bottas no tengan rival. Especialmente el inglés, que une su talento de super estrella a un coche casi perfecto.
Para muestra, la actuación de Lewis Hamilton en el trazado de Monza, donde después de tener la victoria en su mano tuvo que ponerse el último tras una penalización y con tan solo 26 vueltas por disputarse fue capaz de terminar séptimo. Muchos coches se pasan toda la carrera intentando realizar un solo adelantamiento y el hexacampeón del mundo y su Mercedes pusieron la parrilla del revés casi cuando les vino en gana. Unas vueltas más y quién sabe, igual Hamilton hubiera recuperado su lugar en el podio, y eso que el Mercedes demostró no ser tan superior en Monza como lo había sido el resto del año.
Mientras tanto, la Fórmula 1 recuperó su chispa perdida, su espectáculo habitual, ese que añoran todos los aficionados al motor y que, poco a poco, con su falta ha ido terminando con la reputación de una de los mayores competiciones deportivas del mundo. Solo la debacle de Mercedes con Hamilton sancionado y un Valtteri Bottas perdido y superado por la presión permitieron volver a vivir una carrera preciosa repleta de emoción e igualdad.
Sin embargo, resulta muy triste comprobar que para poder recuperar la vitalidad que tenía la Fórmula 1 sea necesario recurrir al caos porque en un estado normal se convierte en una disciplina insípida, plana y sin emoción alguna. Por ello, el 'Gran Circo' se va muriendo y se va desangra año a año, porque el caos solo aparece en días puntuales para romper una monotonía tediosa, agotadora y que cada vez da menos beneficios.
Un espectáculo en crisis
Esta es una de las consecuencias de que la Fórmula 1 se haya convertido en un deporte en el que siempre o casi siempre gana Hamilton. Si un espectáculo se convierte en predecible deja de ser un espectáculo y, por lo tanto, deja de merecer la pena verlo. Y si nadie quiere verlo, a nadie le sale rentable invertir en él y termina desapareciendo. Este resumen rápido es la línea de acontecimientos que lleva protagonizando la Fórmula 1 en los últimos años, temporadas en las que la igualdad ha desaparecido por completo y todo es una hilera de coches con un destino predecible: seguir la estela de los Mercedes desde la lejanía.
Algunos se han sentido tan impotentes al ver la superioridad de la escudería alemana que incluso han decidido copiarles parte del coche, como ha hecho el equipo Racing Point este año, que ha preferido tener una réplica del Mercedes del año pasado en lugar de intentar crear y mejorar un coche propio, porque saben que de esta forma se ahorran tiempo y se aseguran un rendimiento más o menos inmediato. En lugar de pasar años en la parte baja de la parrilla para hacer un coche competitivo como han podido hacer McLaren o Renault, ellos han decidido presentar batalla con un plagio del monoplaza que el año pasado arrasó en el Campeonato del mundo.
Esto es solo un ejemplo de lo que sucede en la Fórmula 1 actual, en un espectáculo que ve como cada vez menos empresas y menos marcas se interesan por él y como lo que antes era una apuesta segura de rentabilidad, ahora se ha convertido en un fondo perdido por el amor al mundo del motor. De esta manera se explica que cada vez menos marcas quieran entrar en la Fórmula 1 y que las que lo hacen no quieran convertirse en constructores por miedo a perder dinero.
Así se explica que las nuevas apariciones como las de Aston Martin y Alpine para el próximo año, se asienten en equipos ya construidos como Racing Point y Renault. El 'Mercedes rosa' volverá a cambiar de nombre tras abandonar su antigua denominación de Force India y volverá a cambiar su imagen, pero lo hará sin poner toda la carne en el asado. Al igual que Alpine, que unirá su nombre al de Renault y provocará un cambio en los colores negros y amarillos de la escudería, sustituidos por el azul, blanco y rojo de la bandera francesa, pero que no será más que un pequeño maquillaje para un grupo que seguirá sustentado por la marca del rombo.
Estos nuevos nombres, que podrían suponer un soplo de aire fresco e introducir un panorama innovador en la parrilla atreviéndose a crear un equipo, un motor propio o un chasis diferente e identificable, solo llegarán con el pie levantado del acelerador y con el freno cerca por si los proyectos fracasan y poder dar marcha atrás a tiempo. De esta forma, se consigue debilitar a los equipos ya formados que intentan crecer y aislan aun más a los proyectos sólidos y ganadores como Mercedes que ven caer a su alrededor tantos y tantos intentos de sus rivales por ponerles oposición.
Otro de los graves sucesos que ha vivido y que vivirá en los próximos meses la Fórmula 1 es la salida de una de las familia más míticas del mundial, la familia Williams. Una marca que ha hecho historia durante muchos años abandona la competición por problemas económicos. El equipo que fundara Sir Frank en el año 1977 pasará a manos de un fondo de inversión americano, Dorilton Capital, que intentará poner fin a los problemas financieros de la casa británica de motores alemanes a costa de perder toda su esencia en lo que sin duda será un sacrilegio para el deporte del motor.
El adiós de Williams cierra una página gloriosa de la Fórmula 1 de la manera más triste para un equipo que ha sido 9 veces campeón del mundo de constructores y que ha llevado al título a pilotos tan legendarios como Nelson Piquet, Nigel Mansell o Alain Prost. Sin embargo, debería suponer un punto clave para la reconstrucción de un universo que se está cayendo poco a poco a pedazos sin que nadie intente evitarlo. El adiós de Williams debería ser el inicio para salvar la Fórmula 1 en su sentido más clásico.
Los cambios de la FIA y la 'esperanza 2022'
La realidad es que la Fórmula 1 está poco a poco perdiendo su brillo. Lleva varios años dominada por un equipo hegemónico ante el que no se puede competir como anteriormente sucedió con RedBull o Brawn GP. Equipos que se sitúan muy por delante del resto y que matan el espíritu competitivo y de igualdad que siempre ha tenido este deporte y que lo ha hecho tan espectacular.
La FIA ha intentado sin éxito dar retoques que no han traído ningún fruto y que no han reducido las diferencias. Medidas para igualar los coches, para intentar que haya más adelantamientos, reformas en los reglamentos, en los monoplazas, en los motores...pero todo han sido parches que no han reducido la distancia real y que no han contribuido a dar protagonismo a la lucha entre pilotos.
2022 se ha convertido en la fecha clave marcada por la FIA como el cambio, el nuevo principio de una Fórmula 1 diferente, con nueva reglamentación y nueva limitación presupuestaria para que todo se iguale y para que todo sea más competido. Sin embargo, la realidad es bien distinta ya que, tal y como se opina dentro del paddock, especialmente los pilotos, los cambios que se realizarán para dicha temporada no serán suficientes.
Soñar con una Fórmula 1 completamente nueva, igualada y en la que muchos equipos pelearán por la victoria y donde el talento de los pilotos marcará la diferencia es una completa utopía, porque a día de hoy es imposible reducir la ventaja que el equipo Mercedes tiene con el resto, o pedirle a equipos como Ferrari que recorran todo el terreno que tienen perdido.
Por eso, más allá de que algo pueda cambiar, se hace difícil pensar que la nueva Fórmula 1 vaya a ser diametralmente opuesta a la que hoy en día existe, y que eso aumente exponencialmente el interés de los aficionados y de los patrocinadores por consumir y por aportar tiempo y recursos en recuperar la grandeza de un deporte único.
https://www.elespanol.com/deportes/moto ... 371_0.html