El dilema de Robert Kubica
Tras quedarse a un paso de volver a la F1 con Williams, el polaco duda entre aceptar aquella oferta o la de probador de Ferrari
Robert Kubica en el Autódromo Jose Carlos Pace. CHARLES COATES GETTY
Ha pasado poco más de un año desde aquella jornada de ensayos en Abu Dabi en la que Robert Kubica demostró que era capaz de conducir un monoplaza de Fórmula 1, un Williams en este caso, sin que la minusvalía que arrastra en el brazo derecho le hiciera perder velocidad. Aquel día, el polaco lanzó un mensaje que el equipo británico no quiso escuchar: Kubica perdió el pulso que mantenía con el ruso Sergey Sirotkin, quien finalmente se hizo con el segundo coche de la escudería de Grove, y aceptó el papel de piloto de pruebas, un rol que hoy en día está casi más vinculado a los departamentos de marketing que a los de carreras. Tras una temporada de eventos y horas en el simulador, a Kubica, que el mes que viene cumplirá 34 años, se le vuelve a plantar delante la posibilidad de regresar a la parrilla, de nuevo con Williams, por más que tenga otras ofertas encima de la mesa.
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Han pasado casi siete años del fatídico accidente que sufrió en 2011, cuando era la estrella de Lotus, mientras se entrenaba tomando parte en un rally en Italia. Se destrozó el brazo derecho después de perder el control del Skoda Fabia que conducía e irse directo hacia el guardarraíl. El acero penetró en el habitáculo por el morro y le dejó gravemente herido en la parte derecha del cuerpo. La recuperación fue dura, pero menos que el carácter de un corredor definido como un genio por los de su generación. Un año y medio después del golpe volvió a subirse a un coche de rallies (2012) en su transición de regreso a los monoplazas, y en el camino perdió ocho kilos y se preparó físicamente como nunca antes lo había hecho. La prueba definitiva la hizo en noviembre del año pasado, en los test destinados a los jóvenes pilotos que tradicionalmente se celebran en el circuito de Yas Marina. Dio más de 100 vueltas, más de dos tercios de la distancia media que
se debe completar durante un fin de semana de gran premio, para después de dejar claro que la evidente limitación relativa a la movilidad del brazo derecho, en ningún caso le iba a hacer conducir con una sola mano: “En la F1 eso es imposible”.
Ahora, una nueva oportunidad se le presenta para volver a colocarse ante los semáforos en el campeonato que arrancará en Melbourne a finales del mes de marzo. Y de nuevo es Williams quien le abre la puerta. Lo que ocurre es que Kubica tiene en la otra mano a Ferrari, que le plantea un recorrido mucho más largo como piloto de desarrollo, después de haber perdido a Daniil Kvyat (Toro Rosso) y Antonio Giovinazzi (Sauber) con vistas a 2019. Además, el vínculo con la marca de Il Cavallino Rampante seguramente iría mucho más allá, y probablemente explotaría el indudable tirón que tiene. Él, de momento, se limita a decir que la decisión todavía no está tomada, pero que puede ser cuestión de días. “Todo depende de saber en qué dirección quiero ir: si quiero correr y dónde quiero hacerlo, si puedo combinar varias cosas o concentrarme solo en una. Cuando hablo de decidirme, eso también significa pensar en qué quiero para mi futuro”, declara Kubica a Autosport, ya desde Sao Paulo.
Volver a la F1 a todos los efectos o firmar un acuerdo con el fabricante más universal que existe dentro del mundo de las carreras de coches, un dilema que resolverá a su manera: “Cuando eres pequeño sueñas con llegar a la F1. Luego, cuando te estableces en ella, hay dos grandes objetivos: ganar títulos y conducir para Ferrari. El vuelo de regreso a casa desde Brasil es largo, tendré tiempo de darle una última vuelta y decidir”.
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