La lección de la F1, la cautela de Domenicali y la imprudencia de Vettel con el GP de RusiaSon llamativas las diferencias a la hora de expresarse y tomar posición en diferentes miembros del paddock. Son momentos de medir bien las palabras y no todos lo hacen
El comunicado oficial de la Fórmula 1 anunciando la cancelación del Gran Premio de Rusia es un ejemplo que debería enseñarse en las escuelas de comunicación. Es toda una lección acerca de cómo posicionarse en un asunto extremadamente controvertido y que, además -aparte de un gran daño reputacional-, puede originar un importante agujero económico en una empresa, todo ello en el marco del comienzo de una guerra en suelo europeo.
Para Stefano Domenicali, el CEO de Liberty (promotor de la Fórmula 1), la presión fue 'in crescendo' a medida que pasaba el tiempo y la guerra en Ucrania era una realidad. Con un Gran Premio de Rusia aún en el calendario, había que hilar muy fino como gestor de un deporte ante los efectos colaterales indeseados. Observen con detalle hasta qué punto se nota que cada palabra del comunicado estuvo perfectamente medida y supervisada por un experto.
"El Campeonato Mundial de Fórmula 1 de la FIA visita países de todo el mundo con una visión positiva para unir a las personas y a las naciones. Observamos los acontecimientos en Ucrania con tristeza y conmoción, y esperamos una solución rápida y pacífica a la situación actual. El jueves 24 por la noche, la Fórmula 1, la FIA y los equipos discutieron la posición de nuestro deporte y la conclusión es, incluida la opinión de todas las partes interesadas relevantes, que es imposible celebrar el Gran Premio de Rusia en las circunstancias actuales", expresaba el comunicado.
En primer lugar, se deja claro que la Fórmula 1 no visita nunca países 'equivocados' y, si algunos creen que es así, la filosofía que hay detrás de esa visita siempre es 'unir'. En segundo lugar, desarma a quienes puedan criticarla por su indiferencia ante el drama humano, pero no emite un solo juicio acerca de quiénes son los buenos los malos. Y, finalmente, presten atención a ese "en las circunstancias actuales" porque, aparte de dejar la puerta abierta a la carrera si el conflicto se resolviera, nadie en Rusia podría exigir a la Fórmula 1 cumplir un contrato en un país en situación (actual) de guerra.
Nunca llueve a gusto de todos
Siempre se puede cuestionar la ambigüedad, no posicionarse políticamente o no hacer críticas concretas a gobernantes, países o entidades supranacionales. Pero lo importante es que después del comunicado nadie puede reprochar a la Fórmula 1 indiferencia ante el drama o por no tomar medidas relevantes. Y acierta la Fórmula 1 con esta cautela, porque no les corresponde a ellos hacer juicios sobre cuestiones que, en realidad, competen a gobiernos o medios de comunicación. Aunque nunca lloverá a gusto de todos, reputacionalmente han sabido parar el golpe. Ante los conflictos es muy fácil pedir a las empresas contundencia o posicionamientos políticos claros, ocurre que las consecuencias nunca las asumen los que las reclaman, sino sus empleados o accionistas. Con esa cautela empresarial en su muy medido comunicado, la Fórmula 1 queda exenta de devolver los aproximadamente 50 millones de euros de 'hosting fee' que anualmente recibe Liberty de Rusia por los derechos de albergar el Gran Premio. Y sn quemarun solo puente con el país en el caso de que la situación vuelva a la normalidad. Una prudencia que, por ejemplo, no mostraron Lewis Hamilton o, sobre todo, Sebastian Vettel. El piloto alemán fue más lejos que nadie en sus opiniones: "Creo que está mal correr en Rusia. Lo siento por las personas inocentes que están perdiendo la vida, que están siendo asesinadas por razones estúpidas y un liderazgo muy, muy extraño y loco. Personalmente, estoy realmente conmocionado y triste de ver lo que está pasando. Veremos en el futuro, pero no iré a correr a Sochi. Creo que mi decisión ya está tomada". El problema para Vettel es que se podía haber perdido el GP de Rusia no por decisión propia, sino porque su imprudencia le podía haber salido cara. ¿El motivo? Esa fastidiosa e interpretable cláusula de todos los contratos que hace referencia a las acciones que 'dañan la reputación de la empresa', porque irse de la lengua a veces tiene consecuencias. Los hechos demuestran que en situaciones así los deportistas deben estar callados. O, como mínimo, opinar con prudencia hasta que se tome una decisión común respecto a la controversia en cuestión. Vettel debía saber, por ejemplo, que Rusia es uno de los principales mercados de Aston Martin, la empresa en la que está en nómina.
Las palabras de Vettel le podían haber salido muy caras por esa cláusula que hace referencia a las acciones que 'dañan la reputación de la empresa' Los pilotos olvidan a menudo que, por muy estrellas del deporte que sean, al final no dejan de ser embajadores de las empresas que pagan sus sueldos. Es fácil defender que tienen derecho a expresar sus opiniones, pero siempre y cuando se actúe a título personal, sin contrato mercantil alguno de por medio. Desde el momento que representas a una empresa te debes a ella y hay que ser consciente a qué te arriesgas si tus palabras hacen daño a tu auspiciador. Esto es exactamente lo que ha ocurrido con Phil Mickelson. El golfista afirmó que Arabia Saudí tiene un historial terrible en el terreno de los derechos humanos y cuestionaba el asesinato de disidentes por parte del régimen, lo que le ha costado su lucrativo contrato de patrocinio con la consultora KPMG, (que tiene a muchos de sus mejores clientes en el país árabe, incluido el propio gobierno). Quizá tenga Mickelson las mismas razones y derechos que Vettel en su queja, pero le ha salido tan cara su libertad de expresión que, hace unos días, el golfista americano tuvo que retractarse y pedir perdón.
El ejemplo Reutemann
Ante una situación similar en el pasado, quizá nadie haya actuado con tanta elegancia y coherencia como en su momento Carlos Reutemann, cuando se retiró de forma sorpresiva de la Fórmula 1 en pleno conflicto de la guerra de las Malvinas en 1982. 'Lole' llamó por teléfono a Frank Williams y le comunicó que no le parecía correcto competir con un equipo inglés cuando su país estaba en guerra contra el Reino Unido. En Williams todos entendieron y respetaron la decisión del piloto argentino, porque sabían que se trataba de una posición de honestidad respecto a su país. Se fue sin hacer ruido, sin opinión ni posicionamiento político alguno, pero con hechos contundentes. El propio Vettel debería preguntarse qué hace corriendo para un equipo cuyo patrocinador principal es la empresa petrolífera estatal de Arabia Saudí. En otro piloto que no se hubiera significado con tanta vehemencia sobre cuestiones medioambientales, los derechos humanos o el colectivo LGTB, no chirriaría tanto. Pero resulta especialmente llamativa su falta de prudencia y, sobre todo, de coherencia a la hora de opinar. Todo un contraste con el buen hacer en el terreno de la comunicación de Stefano Domenicali y su equipo en la organización Fórmula 1.
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