- Artículo de Valentí Fradera
“Te costará mucho entenderle”, me dijo Josefina –su mujer– cuando quedamos para que les visitara en su refugio veraniego de Cabrils-sur-Mer, como diría él. Y es que el maldito Parkinson va haciendo mella en Javier del Arco a ojos vistas…
Si Javier del Arco hubiera nacido en Suiza, habría querido ser torero. En la actualidad, el fenómeno Alonso ha convertido en estrellas mediáticas y firmas de postín a un ramillete de abrazafarolas de los que uno no sabe a ciencia cierta si fue antes el huevo o la gallina; la afición o el negocio. (Y me incluyo, pues seguramente debo mi modesta prosperidad profesional a la visibilidad que las hazañas del genial asturiano han dado a esto de correr en coche). En cambio, Javier del Arco se arruinó intentando regalar a los escasos entusiastas de este país una publicación racing que pudiera equipararse a las extranjeras.
Conocí a Del Arco en 1988. Había comprado el libro Ricart – Pegaso. La pasión del automóvil, editado por Arcrís Ediciones (acrónimo de Arco y Cristiá, el apellido de su mujer), y tenía un pliego defectuoso que impedía su lectura. En otras circunstancias, habría tenido que remover cielo y tierra para que me lo cambiaran, pero Del Arco es Del Arco y Arcrís era Arcrís, una editorial familiar donde el lector, el cliente, el amigo eran el rey. Tanto es así que el bueno de Javier terminaba su escrito de presentación del libro en la revista Solo Auto Actual con estas palabras: “… Con la garantía de que, como siempre hemos hecho con el Libro del Año del Automovilismo Deportivo, cualquier ejemplar defectuoso será cambiado por otro nuevo”.
Ahí estaba mi salvación. Ni corto ni perezoso, cogí el libro y me dirigí a la Travessera de les Corts de Barcelona, la dirección que figuraba en los créditos… Era el lunes después del GP de Japón de F1 y yo pensaba que aquello serían unas oficinas y que me atendería una secretaria. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando la puerta se abrió y ahí estaba JvA in person! “¡Coño, Javier! ¿Ya has vuelto de Suzuka?”, le solté, de buenas a primeras. “No, no he ido; la crónica la ha hecho el [Jeff] Hutchinson”, contestó, como si nos conociéramos de toda la vida. Me hizo pasar (no eran unas oficinas, sino su domicilio particular), le expuse el caso y, viendo el desaguisado que las máquinas habían cometido en mi ejemplar, le dijo a su mujer: “Fina, mira; esto se lo tenemos que enseñar a la imprenta”.
Ese mismo día ya me mostró capítulos medio terminados de lo que 12 años más tarde sería su obra maestra, el libro sobre Montjuïc (un circuito “apasionante, difícil, legendario, pero la seguridad no era la adecuada”): 40 años de historia del automovilismo en el circuito de Montjuïc. El Libro, con mayúscula. Es lo que Javier más valora de su obra, “porque lo preparé sin prisas, a mi aire, con muchas horas de hemeroteca, pero cada día un poco. Y me salió redondo, fiable, bonito; aunque, eso sí, un poco grande. Pero, por fin, pude dar rienda suelta a cuanto bullía en mi cerebro. Y el RACC se comportó: no cambiaron ni una coma”.
¡Quién me iba a decir a mí que, para cuando el Libro viera por fin la luz, yo estaría llevando una revista de F1 –vamos, que era el machaca– y él trabajaría para mí como columnista! “A Valentí Fradera (¡quién te ha visto y quién te ve!), de quien estaba seguro de que llegaría. Y llegó… Con afecto, amistad, agradecimiento y admiración”, escribió en la dedicatoria de mi Montjuïc. El bueno de Javier… Una vez tuvo la osadía de soltarme que yo sería su sucesor… ¿Su sucesor? ¡Ja! Miguel Ángel podría haberle dicho semejante barbaridad a un pintor de brocha gorda y no habría sonado tan hilarante. Para empezar, JvA concluyó los estudios de ingeniería industrial por los que yo holgazaneé varias temporadas antes de rendirme a la evidencia. Y, para postre, se sacó la carrera de ciencias de la información pa’ po’ si acaso le exigían el título después de que en su cabeza se fraguara el proyecto de crear y dirigir la revista 4 Tiempos.
Una vez, el periodista y locutor Cristian Mestres (no se pierdan sus retransmisiones de la Nascar Nationwide y la V8 Supercars en Motors TV; el tío es muy bueno) me entrevistó para documentar un trabajo de historia del periodismo sobre Javier del Arco. (Esperen, lo tengo aquí y mirando la bibliografía podré decirles qué día fue… Viernes, 8 de noviembre de 2002. Pues ya hace 10 años que nos conocemos, Cristian). En dicho trabajo, Javier es presentado como “el cronista más conocido en España del deporte rey del automovilismo” y “siempre avanzado a su tiempo, valiéndose de un estilo escueto, ameno y directo”. Eso es un don. Un don que Javier ejerció para hacer un periodismo que nadie había hecho en este país… ni, en los tiempos que corren, nadie volverá a hacer ya. “No me imaginaba que acabaría trabajando como periodista, pero sí sabía que la afición a los coches saldría por algún lado”, le explicó a Cristian.
En su ejercicio, Javier era un reportero a la antigua usanza: cámara en ristre, y a escribir y hacer las fotos, que hay que ahorrar (optimizar recursos, que diría Ron Dennis). Y empezó por arriba del todo, porque su primer trabajo profesional fue en la F1, el GP de España de 1969 en su querido Montjuïc. Es curiosa la analogía con Nigel Roebuck, reputado periodista inglés, purista de tomo y lomo, y célebre por su apasionamiento por las carreras y los pilotos ‘de verdad’. El primer trabajo de este también fue en la F1… y en Montjuïc, dos años más tarde, en el gran premio del 71. (Roebuck consiguió que la revista norteamericana Car and Driver respondiera a sus requerimientos; le dijeron que si les mandaba una crónica del GP de España y les gustaba, se la publicarían. Nigel agarró su Lotus Elan, cruzó Francia y se plantó en Barcelona para cubrir la carrera. Como nadie le conocía, se presentó al concursante Rob Walker y al piloto Chris Amon; hizo buenas migas con ellos y le ayudaron en todo y más. Otros tiempos, sin duda…).
Seguramente es por ese ambiente más distendido y humano de la época que Javier vivió en primera línea de fuego que se considera un tipo con suerte. Lo dice en aquel trabajo de Mestres, me lo repitió a mí cuando le visité en Cabrils… y lo escribe en la introducción de lo que deberían ser sus memorias: “Pocas cosas resultan tan satisfactorias en la vida, como el poder trabajar en lo que a uno más le gusta… y que, encima, ¡le paguen por hacerlo!”. He mencionado sus memorias, e intuyo la ansiedad entre muchos de los amables lectores de este sitio: “¡Memorias del Del Arco! ¿Y cuándo salen?”. Quién sabe, eso dependerá de lo que el señor Parkinson tenga previsto para nuestro querido Javier.
Si no afloja un poco las riendas, tal vez no salgan nunca; al menos, no en la forma que JvA imaginó. Paradójicamente, este mismo Parkinson que ahora lo está consumiendo fue el que en su momento le permitió arremangarse y terminar el libro de Montjuïc. “De pronto, me vi solo en casa, en pleno proceso de baja por larga enfermedad y con todo el tiempo del mundo a mi disposición. Así que me puse a trabajar…”, le contó a Cristian Mestres.
Por cierto, el título provisional de su autobiografía es ¡Y subí al Galibier…! (aunque en Cabrils me dijo que se le había ocurrido otro mejor), porque “todos tenemos nuestro Galibier, y hemos de intentar subirlo”.
Él lo hizo, y en febrero de 2007 el RACC quiso reconocerle el empeño haciéndole un homenaje en su sede central de Barcelona. Me permito reproducir a continuación el texto que escribí para dar cuenta de ello en F1 Racing, porque dice algunas cosas que igualmente quería transmitirles en este escrito (y de paso constato la utilidad de F1 Racing como obra de consulta, lo cual me resarce del trabajo realizado). Helo aquí, pues: “Era martes y 13, pero el día estaba elegido a conciencia, porque no hay mejor dígito para rendir tributo a quien alumbró la legendaria columna ‘Desde el Box n.º 13’, que se sigue publicando en F1 Racing.
El RACC, que ha sacado a luz tres libros escritos por Del Arco –que también ha colaborado en el reciente volumen sobre el centenario del club–, organizó un sencillo acto para agradecerle el esfuerzo personal que ha puesto en sus casi 40 años de trabajo en el deporte del motor.
Un trabajo al que no solo ha consagrado una meticulosidad, seriedad y rigor casi científicos, sino también una gran pasión por el deporte y por la profesión, plasmada en la añorada odisea de la revista y el anuario 4 Tiempos. Un proyecto que se reveló inviable económicamente, pero que fue escuela de muchos periodistas y nos legó un ejemplo de periodismo aún hoy día de estilo muy moderno.
El afecto y el reconocimiento del mundillo han acompañado a Javier de Fórmula a Solo Auto, y más recientemente en su abnegada labor en pro de la historia del circuito de Montjuïc. No es exagerado afirmar que, en un futuro, sin el tesón, esmero y sacrificio de Javier del Arco, el mito de la Montaña Mágica podría haber acabado siendo precisamente eso, un mito.
El acto contó con la presencia de pilotos como Juan Fernández, Antonio Zanini y Salvador Servià; el editor Jaime Alguersuari, y Enrique Coma-Cros, coautor del libro sobre Pegaso que Javier publicó en 1988. El RACC le hizo entrega de su casco de plata (el que reciben los pilotos del club que vencen el certamen que disputan) y una caricatura de Jim Bamber , encargada para la ocasión por el periodista Esteban Delgado. El homenajeado se emocionó, y quiso aclarar que no merecía tantos halagos, aunque al final pisó el freno, ‘¡no sea que se lo piensen mejor!’”.
Esto último revela otra característica de Javier: la modestia. Del Arco es modesto y siempre ha preferido decir la verdad… “o, como me decía César Mora [antiguo jefe de prensa del RACC y responsable de la sección de motor de La Vanguardia], ‘Mi Verdad’”. Un ejemplo de sencillez es el pie de foto con que comenta su propia obra, el anuario 4 Tiempos, en su libro Història de l’automobilisme a Catalunya: “El Libro del Año del Automovilismo Deportivo es, modestia aparte, lo mejor que se ha editado en España sobre automovilismo (…) El problema es que daba demasiado trabajo para una pequeña editorial familiar y se dejó de publicar en 1988”.
Era lo mejor que se ha hecho nunca aquí, en efecto. Y daba demasiado trabajo… y pocos beneficios. Como sabemos, el anuario vino precedido por la revista, 4 Tiempos, que aguantó un año antes de tener que cerrar. Era cara, salía tarde, pero fue la mejor revista que ha habido en nuestro país, fruto de un trabajo benedictino. Lo cubría todo, desde la F1 hasta los campeonatos regionales, y no dejaba tecla sin tocar: ¿dragsters? Venga; ¿historia? Compro; ¿pruebas racing? También. Escribió Javier en Història de l’automobilisme…: “4 Tiempos fue la aportación personal del autor de este libro al reducido mundo editorial especializado en automovilismo. Quería ser como una enciclopedia en fascículos mensuales, en la cual tuviera cabida la actualidad, la historia, la técnica y el factor humano. Sus dosieres (SEAT Competición, Talbot…) eran exhaustivos. El editor se arruinó”. Modestia, otra vez.
No obstante, y por extraño que parezca, Javier nunca ha estado muy satisfecho de este libro, Història de l’automobilisme a Catalunya. El RACC se lo encargó en 1990, con motivo de la construcción del Circuit de Catalunya, que iba a hacer realidad el viejo anhelo catalán de volver a tener un gran premio de F1, después de que el funesto accidente de Rolf Stommelen en 1975 clausurara para los coches el trazado del parque de Montjuïc. No está satisfecho porque se lo cortaron mucho, sobre todo el palmarés. Y es que la de escribir textos largos es una deliciosa manía de JvA. “Y con esto me despido porque, si no, me van a cortar los folios. Y eso siempre es muy doloroso”.
Más de una vez concluyó así alguna columna o artículo suyo. Eso es muy doloroso, en efecto, cuando uno tiene muy arraigado el sentido del deber y es consciente de que el rigor y la precisión exigen espacio. Por eso sus revistas y sus libros tenían la letra tan pequeñita. A mí, Història de l’automobilisme… me gusta mucho. Claro que yo no he visto todo lo que le quitaron, pero sí que repasé las galeradas de la edición en castellano, que –por circunstancias que desconozco– no llegó a publicarse. Gracias a aquel trabajillo, Javier me consiguió el número uno de su anuario 4 Tiempos (el que me faltaba) a precio de amigo. En él aparecen los nombres de los 700 suscriptores que, al cierre de la revista, pusieron el dinero a ciegas para recibir un futuro anuario de carreras que iba a salir, sí, “pero todavía no sabíamos qué, cómo y cuándo”. Entre dichos nombres están los de los fundadores de este sitio, Carlos Castellá y Odón Martí. Y los de varios aficionados que, me consta, van a leer este texto.
Ahora Javier está jodido, para decirlo sin andarnos con eufemismos. A veces, la vida es injusta; ejemplos de ello los vemos a diario en todos los ámbitos. Pero, como dice él, “solo se vive una vez: ¡hazlo!”. La última palabra se la dejamos a Fina, su mujer: “Nunca ha sido ambicioso; lo único que le ha importado es escribir”. Amigo Javier, la próxima vez que vaya a verte a Cabrils-sur-Mer, quiero que me repitas que eres un tipo con suerte. Yo también lo soy, por conocerte y poderte llamar amigo (y maestro).
http://www.revistahistoris.com/2012/09/encuentro-con-el-maestro/