Sébastien Buemi debutará con Toro Rosso en 2009. Una noticia interesante, pero más aún si tenemos en cuenta que será el primer suizo sobre la pista tras catorce años de ausencia. Atrás quedan Regazzoni y otros nombres menos recordados, pero igual de importantes para labrar el camino de Suiza en la máxima especialidad, un país que ha padecido más de medio siglo de censura automovilística. Es hora que quitarse las telarañas y rugir de nuevo. Suiza volverá a oler a gasolina, como los viejos, viejos tiempos.
Un país sin carreras
Hace aproximadamente un año y medio, Suiza derogó una de las leyes de su código de circulación más curiosas y, quizá, estúpidas: la prohibición de celebrar carreras con vehículos de motor. Era delito organizar carreras de coches, pero no verlas por televisión. No es de extrañar que la cantera de pilotos tuviera que exiliarse forzosamente para poder desarrollar sus cualidades al volante. Desde 1955, el país donde muchos campeones de Fórmula 1 y ralis han tenido y tienen su residencia no olía a gasolina desbordada, a velocidad en estado puro, a adrenalina concentrada en circuitos y pistas cerradas. Nadie en Suiza podía ver carreras homologadas, ni competiciones profesionales, ni deleitarse con el ruido de los bólidos en un circuito habilitado.
El accidente en las 24 Horas de Le Mans de Pierre Levengh fue el detonante que asustó a las autoridades y propició una decisión histórica y también polémica, condenando a la clandestinidad a este deporte. Desde entonces, el ingenio de los organizadores para seguir disputando pruebas con el nombre del país de la Confederación Helvética ha sido considerable: en 1975 y 1982, los grandes premios de Suiza se disputaron en Dijon, Francia.
Clay Regazzoni, suizo de nacimiento (aunque muchos le consideraban italiano, especialmente los “tifosi”), ganó la primera prueba, aunque su patria no lo vio, pues realmente estaba en el trazado francés (además, la prueba no fue puntuable para el campeonato). De esta manera, el último ganador de una carrera de Fórmula 1 sobre una pista auténticamente suiza fue nada más y nada menos que Juan Manuel Fangio, allá por 1954. La pista se llamaba Bremgarten, una sucesión de siete kilómetros de vertiginosas curvas rápidas en las entrañas de un bosque de Bern. La Fórmula 1 ha cambiado tanto desde entonces que Sébastien Buemi, un veinteañero que nunca ha visto imágenes en blanco y negro, es la máxima opción de Suiza para regresar al lugar que se le prohibió: las pistas saturadas de gomas derretidas de los neumáticos de los monoplazas. Hoy es posible gracias a estos pioneros.
Los pioneros suizos
Para que Buemi llegue hasta lo más alto, hasta la Fórmula 1, otros compatriotas suyos abrieron el camino, a pesar de que en Suiza era delito practicar este deporte. Cerca de una veintena de pilotos suizos han participado en Fórmula 1 a lo largo de su historia. Clay Regazzoni, que entusiasmaba por igual a suizos e italianos cuando corría para el “cavallino” en los 70, fue el máximo exponente y la referencia más clara. Sus cinco victorias, sus veintiocho puntos y su tercer puesto en el campeonato del mundo de 1974 son las mejores marcas helvéticas hasta la fecha.
Cuando la década de los 80 despuntaba en el alba, la mala fortuna quiso paralizarle de cintura para abajo al estrellarse en el Gran Premio de Estados Unidos Oeste, en la urbana pista de Long Beach. Fue su retiro de la Fórmula 1. Su sed de competición la saciaría con vehículos adaptados en otras competiciones, como el París Dakar. Desgraciadamente, encontró la muerte sosteniendo aquello que le dio vida, fama y fortuna: un volante.
Y es que un accidente de tráfico en 2006 le sesgó la vida en Parma, Italia. Su huella en la Fórmula 1 ya estaba impregnada, y muchos compatriotas quisieron seguir sus pasos, aunque ninguno logró ir más allá. Como Marc Surer, menos famoso que Clay, pero el tercer suizo en número de carreras disputadas en Fórmula 1, aunque con bastante menos éxito. Sus casi noventa participaciones en la máxima especialidad del automovilismo (entre 1979 y 1986) le dieron diecisiete puntos. Ensing, ATS, Theodore Racing, Arrows y Braham le brindaron los medios, pero nunca fueron suficientes para hacerse un hueco entre los campeones. Sus inicios en Fórmula 1, tras ganar la F2 en 1979 y quedar segundo en 1978, no fueron fáciles: se rompió las piernas en un accidente probando un ATS en Kyalami.
La desgracia la acompañó tras su retiro de la Fórmula 1: su copiloto se mató en un accidente durante el rali ADAC Hessen de 1986 cuando se estrelló con su Ford RS200. Hoy, uno se puede encontrar con Marc en Denia (Alicante), en el circuito de Kart que lleva su nombre y del que es presidente honorífico, donde podemos alquilar uno de los pequeños monoplazas, darnos unas vueltas y, si tenemos suerte, charlar un rato con él. (efectivamente, asi es....lo se por experiencia propia )
Profesionalmente, BMW no le niega nunca trabajo, pues siempre ha estado muy relacionado con ellos, mientras completa su salario comentando carreras de categorías inferiores en televisión. Él sigue siendo, de momento y si Buemi no lo cambia, el último suizo en conseguir un punto en el Mundial de Fórmula 1, al acabar cuarto en un ya lejano Gran Premio de Italia, al volante de un Braham-BMW. De eso hace ya veinticuatro años.
Sonrisas y lágrimas
Antes que Clay y que Marc, hubo un suizo que entusiasmó brevemente a su público. Le llamaban cariñosamente Seppi y fue el primer suizo en ganar una carrera de Fórmula 1. Era Joseph Siffert, natural de Friburgo que debutó en el Gran Premio de Mónaco de 1962. Seis años más tarde, en el Gran Premio de Inglaterra de 1968, consiguió su primera corona de laureles al desbancar al Ferrari de Chris Amon en la meta y arrebatarle la victoria. Tres años más tarde, volvería a pisar el cajón más alto de un podio, esta vez en Austria, en 1971.
Ese mismo año, desgraciadamente, el mismo circuito que le vio sonreír al conseguir su primera victoria en Fórmula 1, Brand Hatch, también le vio morir: se estrelló en una carrera fuera del campeonato y murió asfixiado por los gases del posterior incendio. A Joseph le añoran especialmente en Porsche, marca para la que logró grandes victorias en competiciones alternativas. Junto con Regazzoni, sigue siendo el único suizo que ha sido capaz de subirse hasta el cajón más alto del podio de una carrera de Fórmula 1.
Hubo más suizos veloces. Rudolf “Rudi” Fischer, por ejemplo, que conquistó dos podios con su Ferrari privado en los 50. O Silvio Moser, con pequeños pero entrañables resultados en los 60. Pero si hablamos de pioneros, Emmanuel de Graffenried tiene prioridad: fue el primer suizo que tomó la salida de una carrera de Fórmula 1, en Silverstone 1950. Terminó noveno, aunque tres años más tarde, en el viejo Spa, logró su mejor resultado: cuarto. En el otro extremo nos encontramos al último suizo que participó en un mundial: Jean-Denis Delétraz. Sus resultados, sin embargo, no son nada reseñables: sólo pudo terminar una de las tres carreras en las que participó, entre 1994 y 1995; acabó decimoquinto. El Larrouse y el Pacific no le daban para más. Tras su retirada de la Fórmula 1 (ha seguido compitiendo en GT), la máxima especialidad se quedó sin representación suiza.
Sólo aquél entrañable proyecto llamado Sauber, encabezado por un no menos entrañable personaje (Peter), hizo a algunos creer en las ilusiones alimentadas por la pasión: en 1993 arrancó muy de la mano de Ferrari, aunque en 2005 fue BMW quien compró el equipo, absorbiendo todo su espíritu y parte de su nombre. Ahora, en efecto, le toca a Buemi defender en solitario el honor suizo.
La era Buemi
Pero ha habido otros dos pilotos, ya en el siglo XXI, que también tuvieron la oportunidad de probar la experiencia mágica de la Fórmula 1. El primero fue Neel Jani, piloto probador de Red Bull en 2006. Nunca pasó de ahí, y emigró a la Champ Car, primero, y a la A1GP, finalmente. Su regreso a la Fórmula 1 se antoja prácticamente imposible.
A Grosjean, por su parte, tan pronto le viene bien ser suizo que francés; tiene la doble nacionalidad. Pero a pesar de esa doble nacionalidad, lo cierto es que nació en Ginebra, Suiza. Sin embargo, usó la parte francesa o la suiza de su pasaporte para involucrarse en según qué proyectos automovilísticos: en 2003 ganó la Fórmula Renault Suiza, pero al año siguiente lo hizo en Francia, con la licencia de dicho país. Su implicación en el proyecto de Renault de Fórmula 1 se ha materializado en un puesto como tercer piloto para 2009. Queda lejos, aún, alcanzar un asiento titular. Para el periodista especializado suizo Jacques Deschenaux, sin embargo, sus acciones no son muy ejemplares: “Está tan ocupado con los franceses que se le olvida decir que es suizo. Una pena.”
Y así, tras ver el pasado más pretérito y el presente más inmediato, llegamos a un solo hombre: Sébastien Buemi. 20 años. Subcampeón de la Fórmula BMW en 2005. Subcampeón de la Fórmula 3 Europea en 2007. Tercer piloto de Toro Rosso en 2008. En 2009, el volante es suyo, y se lo ha ganado a pulso. Pero ¿cuáles son sus expectativas? ¿Se convertirá Buemi en el primer campeón mundial suizo? Él sonríe tímido y no es capaz de contener la fogosidad de su juventud: “Cuando uno corre, lo hace para ganar”. Pero Buemi también es serenidad, y es consciente de que, hoy por hoy, sólo dos o tres equipos están en condiciones de brindarles a sus pilotos la oportunidad de ganar un mundial. Por si acaso, no descarta cambiar de escudería en cuanto se le presente la ocasión de mejorar.
De momento, le veremos en Melbourne para comprobar sus aptitudes sobre la pista y juzgar su pilotaje. Detrás de él, también correrán todos los pilotos que hemos mentado, más alguno que otro olvidado. Y es que, en declaraciones para swissinfo, Buemi confiesa que ser suizo no es precisamente una ventaja si uno quiere dedicarse al mundo del motor. El exilio es obligado. O lo era hasta ahora: tras el levantamiento de la prohibición, el pequeño país podrá desarrollar programas deportivos propios, empresas, circuitos y demás alicientes para que los jóvenes olviden lo que creían sus mayores: que el automovilismo es sólo muerte y sangre. Por encima del evidente riesgo, existe la nobleza del deporte, la constancia de la superación, la fortaleza de una actividad que requiere inteligencia, destreza, habilidad y concentración… Buemi es la nueva era de Suiza. Su esperanza para, de una vez, olvidar un pasado de censura y difamación. Sébastien podrá mirar directamente a sus nietos, dentro de algunas décadas, y decirles bien orgulloso: yo fui piloto… piloto de carreras.
http://www.thef1.com/noticias/noticias-2009/febrero-2009/suiza-vuelve-a-oler-a-gasolina