Recuerda que eres mortal, Ecclestone
El homenaje de la FIA a Jules Bianchi en Rusia o cómo no dejar que un piloto con una grave lesión cerebral te fastidie un buen espectáculo.
Vaya por delante que nadie les obliga a jugarse la vida y que los accidentes, por muchas precauciones que se tomen para evitarlos, ocurren. Esta semana hemos oído hablar de protocolos hasta la náusea y es evidente que, cuando una persona se debate entre la vida y la muerte en un lejano –o cercano– hospital, es porque algún protocolo ha fallado. Por negligencia o porque ningún manual es capaz de predecir la infinita y azarosa casuística del universo –o la simple mala suerte–. Reconocerlo es un gesto de humanidad.
El coche de Jules Bianchi podría haberse estrellado un metro más a la derecha o tres metros más a la izquierda tras salirse en la fatídica y difícil curva 7 de Suzuka. Casi con total seguridad las protecciones del trazado y el chasis virtualmente indestructible de su monoplaza le habrían salvado. Pero la realidad es que impactó contra una grúa que no debería haber estado ahí, un armatoste de varias toneladas situado en la escapatoria de un tramo de asfalto convertido en una piscina propicia al aquaplaning. Acusar al piloto francés de no levantar el pie del acelerador lo suficiente en un sector con doble bandera amarilla es una actitud rastrera que nos resulta extrañamente familiar. Si te infectas, es tu culpa.
Nadie les obliga a jugarse la vida pero, precisamente por eso, se merecen un respeto; y, cuando el director de carrera de la FIA, Charlie Whiting, asegura que no se arrepiente de ninguna de las decisiones que tomó durante el fatídico Gran Premio de Japón, se está burlando del dolor de pilotos y aficionados. Porque, de haber sacado a pista el safety car en el giro 41, Jules habría formado en la parrilla de Sochi junto al resto de sus compañeros. Porque reconocerlo es un gesto de humanidad.
Los pilotos son tipos extremadamente individualistas y egocéntricos. A pesar de que compiten en el deporte más exclusivo del mundo, apenas alternan fuera de los circuitos y no acostumbran a establecer lazos emocionales entre ellos. "Si quieres un amigo en la F1, cómprate un perro", se suele decir con cierto cinismo en el paddock. Sólo la muerte o el accidente grave de uno de los suyos es capaz de activar ese dormido pero poderoso sentimiento de comunidad que hemos visto este fin de semana en Rusia. Cada vez que te enfundas el mono sabes que el próximo en salir del circuito en ambulancia puedes ser tú.
Como Ecclestone, como los oligarcas rusos, como el propio Vladimir Putin, los pilotos se comportan en muchas ocasiones como millonarios sin remilgos que se dejan la ideología en casa cuando toca ir a trabajar. Que hay que correr en Bahrein, a pesar de la brutal represión de las protestas ciudadanas, se corre. Que hay que ir a Rusia a inaugurar un nuevo destino del circo, a escasos kilómetros de la zona en la que ucranianos y rusos se matan a kalashnikazo limpio, se va. Pero hay cosas que no se pueden comprar con dinero. Como la humanidad.
Por eso, cuando la FIA les quiso robar el homenaje a Jules Bianchi –previsto minutos antes del inicio del Gran Premio– con el propósito de celebrar un acto de exaltación patriótica en su lugar, al menos dos de esos pilotos saltaron como un resorte. ¡Ey, tíos, que es uno de los nuestros el que está luchando en un hospital de Japón! ¡Que es uno de los nuestros! Al menos dos de esos pilotos, Jean-Éric Vergne y Fernando Alonso, se saltaron el indigno protocolo de la FIA, ese infame minuto de silencio programado con el único fin de que el himno ruso se escuchara sin exabruptos, y llamaron a los demás a unirse en un corro.
Ferrari también mostró su solidaridad
© Getty Images
Ferrari también mostró su solidaridad
Un corro de dignidad, de respeto, de humanidad; un círculo chamánico, con algunos enseres de Bianchi en el centro, para ahuyentar a los espíritus de la muerte del asfalto de Sochi y enviar fuerzas al compañero caído. Mientras los secuaces de la organización empujaban a los periodistas de las distintas televisiones para que nadie grabase una frase incómoda o una indignada salida de tono, los 21 héroes que cada gran premio ponen su instinto de supervivencia en cuarentena para el disfrute de los aficionados se limitaron a contemplar el casco de Jules en silencio. En total y absoluto silencio. Después, se subieron a sus respectivos monoplazas porque el show, a pesar de todo, debe continuar. Ganó Hamilton, pero eso qué importa.
Memento mori… "Recuerda que eres mortal" y no un dios, le gritaban sus sirvientes a los generales romanos cuando desfilaban victoriosos por las avenidas de la ciudad eterna. Recordad que sois mortales, Hamilton, Alonso, Vettel, Jenson… Si algo nos enseñan tragedias como la de Bianchi es que no importa el dominio que los pilotos tengan sobre sus máquinas o los campeonatos del mundo que atesoren. Su vida sigue siendo tan frágil como el cristal. Nadie les obliga a jugársela. Respect. Y #forzaJules.
http://www.revistagq.com/motor/articulo ... i-f1/20728