Me tope con una vieja revista CORSA que va rumbo a cumplir 40 años (1979). Esto es para que los que saben poco y nada de su propia fuente, de su propia boca, para que tengan aunque sea un pequeño semblante de la filosofía del “viejo”, porque el público se renueva y estas cosas generalmente no … estoy hablando de Enzo Anselmo Ferrari. Como decía, allí hay una entrevista que se hizo en su reducto de Maranello y dice así :
He aquí un “gran viejo”, en Febrero cumple 82 años, y está apenas un poco más pequeño, con la piel un poco más blanca y más arrugada. Nadie desde tiempos inmemoriales ve sus ojos. Permanecen ocultos tras un par de lentes oscuros, impenetrables y severos. También él es severo. Es un hombre que no habla de sí mismo casi nunca. A menudo dice : “Los hombres pasan, quedan las acciones que han realizado”. Si esto es verdad, entonces sus automóviles hablan por él. Según una encuesta reciente, los italianos más conocidos son Cristóbal Colón y Enzo Ferrari.
El se siente orgulloso de éste hecho. No ha asistido a ninguna escuela, pero desde 1960 es ingeniero “Honoris Causa”. Le han otorgado también un título de “Commendador de la República”. Sin embargo, pide perentoriamente que se lo llame solamente Ferrari. “Si voy a la peluquería encuentro cien doctores y cien comendadores… en cambio Ferrari hay uno sólo, yo”.
Está sentado un su estudio, en su fábrica, donde entra puntualmente cada mañana, descendiendo de un automóvil oscuro, profesional, construido por FIAT. Recibe poquísima gente, hace muchos llamados telefónicos, rechaza todas las invitaciones. Nunca acude a las recepciones, nunca participa de reuniones fuera de su estudio, no asiste siquiera a las carreras donde compiten sus “Ferrari”. Este es su reducto, su vida entera. En medio de una sala no muy grande, con las paredes azules, las ventanas cerradas de vidrios opacos, las fotografías de sus bólidos sobre las paredes. Enfrente, colgado del muro sobre tres rosas de cirtsal blanco, rojo y verde, iluminado permanentemente, tiene el retrato de su hijo “Dino”. Enzo Ferrari aún habla de su hijo muerto muy joven con un dolor sordo, poderoso. No pide consuelo. Nadie ha podido jamás decirle “ánimo”, ni siquiera en los momentos más terribles de la enfermedad de Alfredo, “Alfredino”, “Dino”. Se siente orgulloso de contar con un sacerdote, mientras “Dino” se estaba muriendo, le dijo . “rece”. Pero él no sabía rezar. En su durísima vida las plegarias nunca habían hallado un lugar. “Puedo pedirle a Dios cualquier cosa, -le respondió- pero no rogársela”. Ya que ni un milagro podía salvar a su hijo, Ferrari le pisió a Dios poder llegar a ser bueno. “No sé si lo he logrado, pero puedo decir que he hecho todo lo posible para frenar mi egoísmo. Soy muy egoísta. Pero todos son egoístas, es un mal común a todos los hombres. ¿Por qué creen que corren los campeones del automovilismo?. Por egoísmo : buscan sobre todo alcanzar el primer premio, que consiste en una gruesa bolsa de dinero. En segundo término, estos hombres deben y quieren demostrar al constructor que son los mejores. Todo el resto es pura fantasía. Mientras corren, quieren alcanzar tan sólo esto. Y por esto, que ni siquiera es una expresión elegante del egoísmo, muchos pilotos han perdido la vida. Hay muchos pilotos que han perdido la vida por estas cosas : ¿no lo sabe? Y por eso, no trato de retener ni siquiera a los pilotos inteligentes. La vida, creo, debe arriesgarse por cuestiones nobles, no para llegar primero a cualquier precio. Niki Lauda me gustaba muchísimo, al menos hasta cierto momento (o sea, mientras se quedó a mi lado), porque sostenía que apretaba el acelerador hasta lo que se permitía hacerlo. Si tomaba una curva a 300 Km/h., no lo hacía antes de haber calculado a la milésima sus posibilidades y sus fuerzas. Si tenía la más mínima sospecha de estar arriesgándose más allá de lo conveniente, ni siquiera lo intentaba”.
Ferrari es, sin duda alguna, un hombre riquísimo, pero no vive como un rico. Vive solo, en una gran casa en el centro de Módena, adonde retorna solamente por la noche para cenar y acostarse. Durante el día vive aquí. Para hacer una pequeña siesta y comer un bocado, cruza a la vereda de enfrente y va a una cantina. Es una cantina de la cual él es prácticamente el dueño. Tiene su mesa, su vino, su menú fijo : pastas condimentadas xon una salsa roja que sale de una botella misteriosa, un poco de queso, verdura cocida, un vaso del “lambrusco” que proviene de sus viñas.
Al lado de la pista de Fiorano, donde los bólidos realizan las pruebas todos los días, hizo construir un chalet hermoso, con una chimenea y un hermoso comedor muy serio para muchas personas. Aquí recibe a sus huéspedes de honor : sheiks, petroleros, herederos, divos del cine y de la canción. La adquisición de un Ferrari bien vale un almuerzo y un poco de charla. “Casi toda esta gente viene aquí para comprar un automóvil, y luego casi lo olvidan por seguir con la vista a los pilotos que hacen las pruebas”. Es suficiente con abrir la ventana, en efecto, para encontrarse con la pista en medio del fragor de los motores y la velocidad de los bólidos rojos. El ni siquiera se molesta. Junto a la chimenea tiene una serie de monitores en los que puede observar cualquier cosa en el mismo momento en que está sucediendo, sin moverse de su sillón. Los domingos, cuando sus “fórmula 1” giran por el mundo, el permanece sentado aquí. Pero no mira la televisión, ni siquiera escucha los resultados en la radio. “Espero un llamado telefónico, alguien, después de la carrera me llama en seguida”. Nunca va personalmente a un box. Hace muchísimos años que ha dejado de hacerlo. Sufría demasiado. “Si la llamada me comunica el resultado de una victoria pido inmediatamente que me den con el piloto”. ¿Y si el resultado es desfavorable? “Si la cosa sale mal es fácil imaginar lo que sucede”. Todos conocen la ira silenciosa y tremenda del “viejo”. Y luego también están las imágenes de las tragedias. ¿Qué hace el “viejo” cuando le llegan noticias de alguna tragedia? “Mejor no habar de eso”, responde cortante.
Continuará…