El pecado original... más bien el fraude original
Por el momento no tenemos idea que pasará con Renault o con la carrera de Nelson Piquet Jr., si es verdad o mentira, aunque algunos apuesten a que ha tirado su carrera profesional a la basura… muy probable. El Nelsinho-gate no será el primero ni el último, todos lo sabemos, pero puede ser el primero en ser denunciado por el piloto. Muchos han quedado o quedarán bajo la alfombra para conocimiento de unos pocos involucrados… hay otros escándalos que son conocidos por todo el mundo como los golpes Prost/Senna o Senna/Prost, el Brabham BT-46B Fan Car, los golpes o el estacionamiento de Schumacher, BAR y Tyrrell con sus tanques de combustible o bien el espionaje McLaren/Ferrari... ojalá que lo de Renault sea solo una estupides o berrinche de Nelsinho y que no pase a formar parte del grupo de escándolos conocidos. Sin embargo, dentro de este grupo de conocidos hay otro, quizás el primero… quizás el peor.
La mayor manipulación de un GP fue en el lejano 1933 durante la denominada, por muchos entre los que me incluyo, época romántica de los Grand Prix. Ese año el resultado del GP de Trípoli fue un acuerdo entre todos los pilotos participantes, los pilotos de elite, los mejores de Europa y no una acción aislada de un único piloto o equipo.
Gran parte del siguiente informe se publicó en la revista brasilera “Auto Esporte” Nº16 del 16 de febrero de 1966. El texto fue escrito por Antonio Carlos Scavone quien luego se convertiría en el organizador y promotor de la llegada de la Fórmula Ford, F2 y F3 internacionales al Brasil entre 1970 y 1972 así como también de la F1 en 1972 y 1973. Scavone fue uno de los fallecidos en el accidente de Varig en el aeropuerto de Orly, Francia en 1973. Su prematura desaparición privó al automovilismo brasilero de un personaje que podría haber contribuido enormemente a la promoción del deporte motor en aquel país.
Scavone a su vez explica en su nota que gran parte de la misma es un extracto del libro de Alfred Neubauer “Speed was my life” (La velocidad era mi vida), particularmente de uno de sus capítulos que tenía como sugestivo título “The race that was rigged” (La carrera que fue manipulada).
Vamos a la nota de Scavone y el GP de Libia 1933 (Trípoli):
Portada del programa oficial del GP de Trípoli de 1933
Libia era una colonia de Italia donde la máxima autoridad era el mariscal Italo Balbo decidido a promover el “Imperio Romano” del dictador Benito Mussolini y con tal fin promocionaron un Gran Premio en la capital, Trípoli, aunque allí ya se organizaban carreras desde 1925. La ruta elegida era una de las más rápidas del mundo, con 13km de extensión que permitían velocidades de más de 200 km/h. El camino bordeaba un oasis en el desierto de Mellaha y consistía en largas rectas con ligeras curvas a derecha y a izquierda pero que permitían ir con el acelerador pisado casi a fondo.
El circuito de Mellaha
En la segunda mitad de 1932 se anunció la creación de una lotería para el Gran Premio de Trípoli del año siguiente que se celebraría el 7 de mayo. Las entradas/billetes se vendían en toda Italia por un costo de 12 liras. Tres días antes del GP se seleccionaron 30 billetes/entradas cada una de las cuales representaba a uno de los 30 participantes de la carrera. El mayor premio, lógicamente sería para aquella persona que hubiera comprado el billete que por número/piloto asignado resultara ganador. Curiosamente para 1980 el gobierno brasilero promovió un sorteo similar para el GP de F1 de ese año. Volviendo al sorteo de Trípoli hay diferencias respecto al monto que se entregaría al poseedor del boleto ganador, según el libro de Neubauer era de 7.500.000 liras pero Don Capps, columnista de Atlas F1, detalla que 1.200.000 liras eran para el Automóvil Club de Trípoli, 550.000 liras para pagar las primas de largada y llegada a los pilotos, y que entre los 3 boletos que conformaban el podio se repartían 6.000.000 liras (3 para el ganador, 2 para el segundo puesto y 1 para el tercer puesto). Sea como sea era mucho dinero por aquella época y más teniendo en cuenta el costo del boleto respecto al posible premio.
Uno de los boletos de la lotería
La noche antes de la carrera el piloto italiano Achille Varzi, una de las grandes estrellas de la época y favorito a la victoria, estaba en el mismo hotel donde se alojó la mayoría de los pilotos acompañado por su hermosa y joven novia. Allí se le acercó un señor calvo que se presentó como Enrico Rivio, comerciante de madera de la ciudad de Pisa, que le solicitó hablar en privado y luego de esto se retiró. Rivio luego explicó que fue a decirle a Varzi que ganara la carrera al día siguiente.
Según comenta en su libro Neubauer es difícil imaginar la reacción de Varzi sorprendido por el hecho de que el Sr. Rivio haya viajado desde Pisa hasta Trípoli para decirle semejante obviedad. En realidad lo que pasó en ese breve diálogo fue que Enrico Rivio le mostró a Varzi que poseía uno de los 30 billetes cuyos números habían sido sorteados como posibles ganadores y el billete en cuestión no era ni más ni menos que aquel que daba por vencedor de la carrera a Varzi. Luego de mostrarle el billete Rivio le entregó un documento a Achille en el cual se comprometía a entregarle la mitad del premio si este ganaba. Varzi sorprendido le contestó “veré que puedo hacer”. Se sabe que ni bien el Sr. Rivio se retiró del hotel Varzi llamó por teléfono a Tazio Nuvolari.
Al día siguiente, 7 de mayo de 1933, sobre un costado del circuito se había construido una tribuna con 30 plazas, lógicamente destinada a las 30 personas poseedoras de los billetes con posibilidades de obtener el codiciado premio. Entre ellos estaba un señor calvo, Enrico Rivio. La órden de largada fue dada por el mariscal Italo Balbo con una bandera italiana y así se dio comienzo al fraude. Nuvolari, Baconin Borzacchini y Giuseppe Campari tomaban las tres primeras posiciones seguidos por Louis Chiron, Luigi Fagioli, Henry Birkin y Piero Taruffi. Varzi, por su parte, tiene problemas con su Bugatti pero esto no parece molestarle.
Achille Varzi es saludado por Italo Balbo
En la quinta vuelta Campari (quien fuera tenor de La Scala de Milán y sobrino del fabricante del famoso vermut Campari) toma la delantera seguido por Nuvolari y Birkin, Varzi por detrás a casi un minuto de la punta. Dos giros más tarde Campari ingresa a los boxes sin signos aparentes de problemas en su coche. Aún así los mecánicos abren el capot pero un ofuscado Campari anuncia su retiro de la competencia. Minutos más tarde se lo ve sentado en una esquina bebiendo vino sin mostrar ningún signo de inconformidad mientras transcurre la carrera.
Para la vuelta 20 lidera Nuvolari seguido por Chiron, Birkin, Giorgio Callahan y Piero Taruffi. Poco después Varzi se coloca 7º y para la ronda 25 ocupa la tercer plaza al superar a Chiron y Birkin pero su máquina empieza a acusar nuevamente problemas, por el sonido del motor se hacía notable que dos de sus cilindros no estaban funcionando. Lo más lógico hubiera sido una detención para cambiar las bujía, perder de tres a cinco minutos, y luego intentar una recuperación. Sin embargo Varzi decidió continuar mientras Rivio seguramente, desde la tribuna, agonizaba al escuchar el sonido del motor.
La Scudería Ferrari, de izquierda a derecha Mario Borzacchini, Enzo Ferrari, Tazio Nuvolari y mecánico.
Al final de la vuelta 27 de las 30 pactadas la multitud coreaba el nombre de Tazio Nuvolari, mientras Borzacchini disminuye la marcha y mira hacia atrás como buscando divisar la Bugatti azul de Varzi. No lo ve pero en la siguiente curva “ingresa mal”, deja la pista y choca contra un tambor de aceite vacío utilizado para marcar la pista. Así queda fuera de competencia pero coincidiendo con la actitud de Campari no muestra signos de frustración por el abandono.
Nuvolari entra en la última vuelta con medio minuto de ventaja sobre Varzi. Cuando aparece por la línea de meta nuevamente la multitud se calla inmediatamente: la Alfa Romeo también comienza a disminuir la velocidad hasta finalmente detenerse a 300 metros de la bandera a cuadros. Tazio baja del auto y parado en la mitad de la pista comienza a agitar sus brazos y gritar a sus mecánicos “¡Me he quedado sin gasolina! ¡Me he quedado sin gasolina!” Los mecánicos echan a correr con bidones hacia la Alfa de su piloto.
Mientras tanto Varzi, seguido Chiron, lidera el grupo de autos que viene por detrás. Todo se mueve a lenta marcha… muy lenta. El público, engañado, comienza a respirar y recuperar el aliento nuevamente cuando Tazio inicia su marcha pero al llegar al banderazo cruza la meta con una rueda por detrás del pactado vencedor, Achille Varzi. Fue tal la “emoción” que el público no se daba cuenta que el arribado tercero, Louis Chiron, estaba con una vuelta menos correspondiéndole ese puesto a Birkin con su Maserati, seguido por las Alfa Romeo de Battilana y Taruffi. Varzi, exhausto, es cargado por el público y recibe su premio. Uno de los primeros en felicitarlo es un hombre gordo y calvo, Enrico Rivio. Datos curiosos… la media del vencedor fue de 163 km/h cuando en los entrenamientos fue de 215 km/h para el más rápido y de 185 km/h para el más lento.
Achille Varzi
Esa misma noche Varzi, Nuvolari, Borzacchini y Rivio bebieron champagne de la botella más cara que disponía el restaurante del hotel. Mientras tanto iniciaban los rumores y a la mañana siguiente los periódicos especulaban sobre un posible fraude en la lotería. El tema adquiere proporciones de gran escándalo y las autoridades deportivas locales reúnen a Varzi, Nuvolari, Borzacchini, Campari, Birkin, Chiron y Callahan. El presidente del comisariato deportivo no tiene pelos en la lengua y lo primero que dice en la reunión va directamente al grano acusando a “ciertos pilotos” de montar una conspiración antes de la carrera para facilitar la victoria de Varzi. Específicamente el presidente deportivo señala a Varzi, Nuvolari y Borzacchini a la vez que levanta fuertes sospechas sobre Campari y Chiron.
La intención original era sancionar a todos los pilotos y revocarles sus licencias. Se hizo silencio en la sala, un gran silencio. Estos pilotos eran los mejores de Europa y esta medida pondría fin a las competiciones internacionales, tanto por la desmoralización del deporte como la eliminación de los grandes nombres. La propuesta de sanción no fue ni siquiera sometida a votación. Finalmente todos fueron advertidos, solamente advertidos. A partir del año siguiente los números de las 30 entradas del sorteo comenzaron a ser comunicados minutos antes de la salida, cuando los pilotos ya estaban sentados en sus coches.
Saludos, Ale.