Esa paridad tan deseadaAviso al lector: No se aceptan “quejas” por el tamaño del texto. El único autorizado a quejarse soy yo.
Es mi primera “queja” del año referida a la F1. Esta sequía de “quejas” se debe principalmente a dos motivos. En primer lugar por vagancia, razón más que suficiente; y en segundo lugar porque pareciera que es “políticamente incorrecto” quejarse cuando un campeonato ofrece tanta paridad. Pero como me importa un bledo si lo que digo es “políticamente correcto o no” me voy a quejar justamente de eso, de la paridad.
¿A qué loco se le puede ocurrir quejarse de que en 6 carreras hay 6 ganadores diferentes? Bueno, supongo que nadie que esté en su sano juicio podría quejarse de eso y yo no voy a ser la excepción, aunque admito no estar del todo cuerdo que digamos…
Entonces: ¿Por qué me quejo de la paridad? ¿No es algo bueno? Si, es algo bueno y lo estoy disfrutando. Como aficionado de toda la vida a la F1 no puedo dejar de alegrarme ante tamaña incertidumbre. Sin duda que lo previsible es aburrido y a esta temporada 2012 se la podrá calificar de cualquier cosa menos de previsible. Muy bien, dicho esto desde la pasión que me genera la F1 vamos a dejar paso a la razón preguntándonos: ¿Por qué hay tanta paridad?
¿Será por el nivel de pilotos? No lo creo. Esto no puede ser determinante ya que como se dijo alguna vez: “son carreras de coches”. No pongo en duda el altísimo nivel de pilotos de esta generación, pero no es la primera vez que ocurre, ni mucho menos, por más que haya 6 campeones del mundo en las parrillas de esta temporada. No, no son los pilotos los que nos proporcionan esta paridad porque, sin ir más lejos, en la temporada pasada casi estaban los mismos y de paridad, poco y nada…
Entonces son los coches. ¡Aplausos por el descubrimiento!
¿Qué más podemos pedir los aficionados? Si los coches son parejos sólo queda el piloto para que marque diferencias. Y si además, los pilotos son parejos: ¡La fiesta está completa! Hummmm, demasiado bueno para ser verdad. Disculpen ustedes, pero como porteño soy desconfiado y tengo siempre presente eso de que “
si la limosna es grande hasta el santo desconfía”.
Hay un asunto del que se habla poco:
La confiabilidad. En toda la historia de la F1 (hasta Mónaco 2012) hubo 24 carreras donde se clasificaron 20 o más coches al final del GP. De esas 24 carreras sólo 5 no pertenecen a la presente década. Cualquiera diría: “
¿Pero de qué se queja este tipo? Si hay más arribos, más espectáculo y más competencia. Nadie quiere ver las pistas con media docena de coches”.
Es verdad, nadie quiere ver las pistas con pocos coches circulando. Entonces la confiabilidad pasa a ser un valor primordial en eso de “garantizar el espectáculo”. Pero no sólo para el “show” sino también para que los pilotos ganen en protagonismo, que bien falta les hace debido a esta impresionante escalada tecnológica.
Muy bien, coches parejos y confiables, por un lado; y alto nivel conductivo del plantel pilotos, por el otro; hacen una combinación perfecta para “esa paridad tan deseada”. Tenemos menos abandonos por roturas y más abandonos por errores de los pilotos que, favorecidos por los avances en seguridad, podrían arriesgar más y por lo tanto equivocarse más. Si sumo por un lado y resto por el otro la ecuación debería estar compensada, pero no es así. Los pilotos no se equivocan tanto como para compensar la ganancia en confiabilidad. ¿Y por qué no está compensada la ecuación? Porque en realidad los pilotos no arriesgan más, sino menos.
A estas alturas del razonamiento quiero hacer una aclaración de lo que entiendo por “arriesgar”. No estoy hablando de pilotos “kamikaze”, no señor, esos no me gustan. Algunos aficionados los prefieren porque según dicen: “dan espectáculo”. Pero a mí no me gusta ese tipo de espectáculo. No me gustan esos pilotos que no pueden esperar para poner la trompa del coche donde no deben y que todo el tiempo están al borde del accidente. Hablo de otra manera de arriesgar. Me refiero a extraer el máximo de las prestaciones de su coche, de llevarlo a los límites de las posibilidades, no de sobrepasar los límites ni andar jugando a los “autitos chocadores”.
Pero ocurre que, hoy en día los monoplazas frenan tan bien, doblan tan bien, y traccionan tan bien, que me da la sensación que esos límites son muy fáciles de alcanzar. No quiero decir que cualquiera de nosotros pueda dominar un F1 así como así, no, estoy diciendo que para los pilotos profesionales no se hace difícil llegar a los límites. ¿Cuánto hace que no vemos un piloto exhausto al terminar un GP? Salen de los habitáculos fresquitos como una lechuga. Algunos dirán que es por la preparación física, yo digo que es porque no están siendo exigidos lo suficiente.
Por otra parte, los ingenieros en las comunicaciones de radio no incitan a sus pilotos para que aumenten su velocidad, por el contrario, lo que mayormente se escucha es: “
Tenemos que mantener el ritmo”.
¿Son pilotos de F1 o taxistas? ¿Cómo se van a romper los coches si los cuidan como si los tuvieran que pagar? ¿Cómo se van a equivocar si no van al límite?Si a todo esto le agregamos el protagonismo desmedido que han alcanzado los neumáticos, que hay que cuidarlos como si fueran la “prima donna” de la ópera en lugar de una simple corista, vamos mal.
Me alegro mucho de que haya 6 ganadores en 6 carreras y que haya incertidumbre ante un GP, pero que esa “paridad tan deseada” no se convierta en el árbol que no nos deje ver el bosque. Algo hay que hacer para que la F1 no se convierta en una competencia de regularidad en lugar de lo que tiene que ser, máxima velocidad y máxima pericia de los conductores.
Saludos, Rodo.