Esta nota la coloqué hace más de una década en el sitio Corsa Digital :
Arrecifes (una ciudad de la provincia de Buenos Aires, Argentina), conocida es por denominársela como “Cuna de Campeones”, dado que de allí provienen grandes conductores argentinos del deporte motor que han brillado tanto en el orden nacional como internacional.
No cabe ninguna duda que aún no ha nacido allí quien le quite el título de máximo exponente a un arrecifeño llamado José Froilán González, “El Cabezón”… o simplemente don “Pepe”, temperamental y luchador como pocos, quien nace a principios de Octubre del año 1922 en el paraje “La Colina” (muy cerca de la ciudad de Arrecifes), fundado por su propio padre don Isidro José González (apodado “Joselín”), un “boyerito” (como el propio don “Pepe” alguna vez lo definió) acompañado de su esposa doña Magdalena Pérez, levantó en dicha zona un “almacén de campo” (una especie de “multirubro” para la paisanada campera).
Copia escaneada de un orginal en lápiz y acuarela que alguna vez hice sobre Don Pepe.
Hermano de María Victoria y Oscar León, José Froilán era un típico pibe travieso, siempre “camuflado” de tierra, la cual llevaba tanto en sus manos como en sus rodillas, y por qué no a veces también acompañada de lastimaduras y raspones, se cuenta que alguna vez sobre el auto de sus padres y durante un día de paseo, circularon nada despacio sobre un desnivel y “Pepe” se cayó sobre el camino, sin que don Isidro y doña Magdalena se dieran cuenta, hasta que lo encontraron viniendo por el sendero con la cara llena de lágrimas… o cuando quedó colgado del alambrado a raíz de que su perro lo llevara a la rastra con un carrito al que lo había amarrado “Pepe”, ya que al perro se le cruzó una liebre y salió como un “rayo” hacia “destinos inciertos” detrás de ella, olvidándose que llevaba un “pasajero”, un “piel de judas” que (según él mismo) echaron de casi todos los colegios… historias inocentes, eso sí, plagadas de magullones.
Con los años, la familia se trasladó allí cerca, a la ciudad de Arrecifes, en donde su padre “Joselín” y su tío materno Julio (“Lucho”) Pérez inauguraron una agencia Chevrolet (con taller mecánico) y es ahí donde comienza su relación con los “fierros” de competición, ya que “Pepe” cumplía tareas de aprendiz de mecánico, que con el tiempo transformó en grandes conocimientos técnicos sobre el automovilismo deportivo, allí tenía a su disposición muchos autos, algunos de los cuales pasaban por sus manos en las “picadas” (carreras muy cortas con partida detenida) de la zona, en donde ya era famoso por “volver locos” a sus vecinos a la hora de la siesta con el ruido de su moto.
En el año ’40, su primo Julio y un amigo (empleado de su padre) llamado Bernardo Pérez (con el tiempo inseparable compañero de don “Pepe” en las carreras), deciden participar en la competición, pero surge una terrible desgracia, el auto vuelca y Julio pierde la vida, mientras Bernardo se salva de milagro no sin antes estar convaleciente en un hospital por mucho meses.
Tiempo después, es inducido a ingresar en la competición por su tío “Lucho” (padre del desaparecido Julio), “pepe” de 24 años, ingresa al automovilismo deportivo debutando con un Chevrolet preparado por Bernardo el 8 de Agosto de 1946, en Carmen de Areco y para que su padre “Joselín” no se percatara del asunto, se anota con el seudónimo “Canuto” (el nombre utilizado por un payaso de un circo itinerante que visitaba la zona) … ganó!!, al poco tiempo se organiza otra competencia, esta vez en la mismísima Arrecifes !! ... ¿Y “Pepe” aguantaría quedarse afuera?, no, de ninguna manera!!, entonces se inscribe nuevamente, pero esta vez bajo el seudónimo de “Montemar”… don “Joselín” se enteró, y “Pepe”, “Lucho”, Bernardo y cia. conocieron su ira (fundamentada, ya que había perdido a un sobrino y ahora no quería perder a un hijo en las carreras), la discusión fue “salvaje”, se cuenta que las cosas no pasaron a mayores porque se interpuso Ignacio García Veiga (padre del que sería un afamado conductor argentino,“El Nene” Néstor Jesús) y las diferencias no se sanjaron así no más… ”Pepe” y don “Joselín” estuvieron años sin dirigirse la palabra.
“Pepe” hasta cambió de ocupación, ya que casi ni aparecía por el taller de la agencia, además su padre pensaba seriamente en vender el negocio a la familia García Veiga, entonces “Pepe” se ocupó primero de transportar ganado porcino a Mercado Ganadero de Liniers (ciudad de Buenos Aires) y luego cambió por transporte de granos, ya que en una ocasión se descuidó (siempre fue algo descuidado, pues hasta llegó a perder un reloj de oro que le regaló nada menos que el propio Enzo Ferrari) en una reunión con unos amigos, los cerdos quedaron varias horas al sol y murió la mitad de los “transportados”.
Mientras proseguía con las carreras en Turismo Carretera y Fuerza Limitada en circuitos de tierra, incluso en algunos casos (como en Retiro y debutando sobre asfalto) superando autos de mayor potencia como lo eran los de la categoría Fuerza Libre… temperamental, alguna vez hasta le retiraron la licencia por algunos meses, debido a una serie de “diferencias” con alguna que otra autoridad de las carreras.
Cuando vuelve a la actividad luego de dicha suspensión, los triunfos seguían, cambiando a Ford en la Fuerza Libre…era hora entonces de probarse frente a los mejores y esa oportunidad llega durante la mini-temporada internacional que se iniciaría en el circuito capitalino de Palermo en el año 1949, adquieriéndole a Giuseppe Farina una Maserati (no sin antes vender todo lo que tenía y recibir un préstamo), logrando un buen resultado sobre todo en las competencias de Rosario y Mar del Plata.
Casi inmediatamente, recibe un telegrama en donde el Automóvil Club Argentino lo invita a ser parte del contingente de conductores argentinos en Europa en 1950, ya que se acababa de crear el Campeonato Mundial, así comienza su historia mas conocida.
Luego del primer año, alternando varias marcas tanto en carreras sin puntaje como por el Campeonato Mundial y alguna quemadura durante el G.P. de Mónaco, en el “Cuartel General” de los argentinos en Europa, en la casa de la familia Varzi en Galliate, Italia, don “Pepe” se ponía cada vez mas grueso, debido a la “abundancia” de asados criollos que allí se preparaban.
A principios de 1951 con una Ferrari supera a los Mercedes Benz (que habían realizado una tentativa de volver a la competición) en el circuito de la Costanera, en Buenos Aires… ese resonante logro, llega a los oídos de don Enzo Ferrari, quien lo contrata para ser conductor oficial de sus máquinas, transformándose ese año, en el que contenía el triunfo mas importante de su carrera deportiva (incluso de mayor importancia que el logrado en las 24 horas de Le Mans en 1954 en pareja con Maurice “Petoulet” Trintignant), Enzo Ferrari fue testigo no sólo del primer triunfo de una máquina de la “Scudería” en el Campeonato Mundial, sino que fue frente a los casi “imbatibles” Alfa Romeo… desde aquel día, don Enzo Ferrari le “ordenó” a don “Pepe” que tome a Maranello como su propia casa, que ingrese a su oficina sin golpear la puerta ni anunciarse cuando lo desee (obviamente que don “Pepe” por respeto nunca lo hizo) y además le regaló un finísimo reloj de oro.
Siempre “prendido” entre los mejores de su época, alterna competencias con los monoplazas (dándole prioridad al Campeonato Mundial) y los autos Sport, siendo en 1954 Subcampeón Mundial detrás de don Juan Manuel Fangio… muchos opinan que de no haber estado “El Chueco” corriendo, sería don “Pepe” el dueño de al menos algún certamen mundial de la categoría en el “viejo mundo”, durante el mismo año sufre un accidente que sería algo así como una “bisagra” en su carrera deportiva europea, fue en Lisboa con una Ferrari de Sport, y es allí donde comienza a madurar la idea de abandonar el automovilismo del mas alto nivel, corriendo sólo cinco G.P’s. en la máxima categoría desde 1955 a 1960, pero no sucede lo mismo en Argentina, en donde sigue participando con éxito, ya que por ejemplo en 1958 y ’59, en la Fuerza Libre, triunfa en las “500 Millas de Rafaela” transformándose en el primer conductor en ganar consecutivamente, haciéndose merecedor de la preciada “Copa de Oro” y ligado también al Turismo Carretera hasta varios años después aún cuando ya no corría.
Hoy, con mas de 80 años a cuestas, cuando uno mira fijamente sus ojos, encuentra aún ese misterioso brillo que inmediatamente comienza a irradiar su mirada cuando el tema son las carreras, sus palabras, gestos, ademanes y movimientos se aceleran, literalmente se transforma, como que en él aún quedan en su espíritu “candentes brasas de aquella hoguera”.
Este humilde, conversador, amable y singular hombre, es uno de los poquísimos conductores que aún viven y que son representantes de una “especie en extinción”, la última generación viviente de la “mitología de la competición” en su más alta y pura esencia.
No se puede evitar, escribir esto hace “doler el alma”, pero es terriblemente cierto, y como dijo alguna vez en una canción el catalán Joan Manuel Serrat :
“Nunca es triste la verdad…lo que no tiene es remedio…”