Por qué no es ningún drama que Alonso no gane
por Valentí Fradera de 23 de Jun del 2014
Tener a uno ahí luchando y tal vez ganando es un privilegio
Siendo realista, antes de empezar el GP de Austria Fernando Alonso sabía que un quinto puesto era lo máximo a lo que podía aspirar en el Red Bull Ring. Al término de su "mejor carrera del año", ese fue precisamente el resultado que consiguió arañar. Al volante de un Ferrari, el coche más mítico y laureado de todos los tiempos. "Llevamos cinco años así", aseveró el asturiano.
Para la afición española, la situación de Fernando es un drama. Juntos, el mejor piloto y el mejor equipo deberían barrer a la competencia, ¿no? Tal vez, pero la F1 es cíclica, y Ferrari tiene que esperar un nuevo turno después de su todavía reciente ciclo triunfal con Michael Schumacher. En cuanto a Fernando, la última vez que revisé el palmarés tenía dos títulos mundiales. Dos títulos de campeón del mundo. Ahí es nada.
La racha de títulos de Ferrari y Schumacher se fundamentó en dos pilares básicos: test privados ilimitados y un proveedor de neumáticos trabajando en exclusiva para el equipo. Con dos circuitos de pruebas de su propiedad, Fiorano y Mugello, Ferrari sublimó el método del ensayo y error como camino hacia el éxito. Dicho paradigma ha cambiado, sustituido por el etéreo arte de la simulación informática. En honor de Ferrari hay que decir que, por el bien de la F1, aceptó las draconianas limitaciones de test a costa de hacer inútil su circuito privado junto a la fábrica, y tuvo que ponerse al día frente a equipos que, sin un circuito a mano, llevaban años de ventaja en cuestión de simuladores. El mismo bien mayor de la F1 acabó con la guerra de neumáticos entre Bridgestone y Michelin y eliminó el otro as en la manga de Maranello: las gomas a medida que confeccionaba el fabricante nipón.
Aun así, el éxito de Ferrari tardó lo suyo en fraguar. Luca di Montezemolo fue nombrado presidente en 1991. Jean Todt aterrizó en Maranello como director de la Gestione Sportiva en julio de 1993. El fichaje del joven bicampeón Michael Schumacher se concretó en noviembre de 1995. Los artífices de los títulos del alemán en Benetton, Ross Brawn y Rory Byrne, llegaron en 1997. Y Ferrari perdió tres títulos de pilotos -¡tres!- en la última carrera antes de iniciar esa racha imparable en el 2000. En sus cuatro temporadas completas en Ferrari, Alonso ha llegado a la última cita en liza por el título en dos ocasiones, en 2010 y 2012. Si la estrategia y la suerte, respectivamente, le hubieran sonreído, el drama actual sería un cuento de hadas.
En cambio, como las cosas han ido como han ido, la carrera de Alonso reviste cierto paralelismo con la del as español de los rallyes, Carlos Sainz. El madrileño también ganó dos títulos al principio de su carrera en el mundial de la especialidad y luego, por H o por B, ya no ganó ninguno más hasta que al final del 2004 se retiró como el piloto con más victorias de la historia del WRC hasta entonces. Por el camino se granjeó el respeto de aficionados, equipos, rivales y prensa -como el Alonso de hoy en día-, y cierta fama de gafe por la mala suerte que parecía acogotarle en momentos clave. En realidad, Sainz se considera un tipo afortunado, y con razón. No sé si Alonso se considera afortunado o no, deportivamente hablando, pero debería hacerlo.
Hay una cita que llevo años sacando a colación periódicamente, que en su día se dijo a propósito de Sainz y que creo que le viene que ni pintada a Alonso también. Y a la afición española. Fueron unas palabras pronunciadas por José Juan Pérez de Vargas en el programa de radio 'Solo Motor', en 1991. Hablando de Sainz, el que fuera director de Seat Competición -entre otras muchas cosas- dijo: "Sainz puede que en el próximo rally rompa o se salga, pero desde el principio está ahí luchando, y eso es lo importante para la gente: ver a uno ahí luchando y tal vez ganando, porque desde hace muchísimos años ni luchábamos ni ganábamos nada".
Ahí lo tienen. Alonso está ahí, luchando. Si el coche está para ganar, a buen seguro que peleará como el que más; si está para puntuar, igual lo aúpa al podio. Qué más se puede pedir. Antes, "ni luchábamos ni ganábamos nada". Recuerdo que, en el GP de Francia de 1988 en el Paul Ricard, Luis Pérez-Sala (Minardi) se desdobló de un Alain Prost (McLaren) encaminado tranquilamente hacia la victoria en las últimas vueltas. Los aficionados franceses que compartían la tribuna de final de recta con aquel grupito de catalanes se rieron a gusto al presenciar el inverosímil adelantamiento. Vaya, que se chotearon de los compatriotas de Luis.
Hemos recorrido mucho camino en muy poco tiempo. Hay que disfrutar lo que se tiene y no lamentar lo que podría haber sido. Cuando Alonso se retire, puede que haya conseguido conquistar ese tercer título mundial que anhela, o puede que tenga que conformarse con los dos que ya tiene. En cualquier caso, su lugar en la historia se lo ha ganado a pulso. Por estar ahí luchando y tal vez ganando. Y eso no es ningún drama.
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