Raymond Poulidor fue un brillante ciclista francés que pasó a la posteridad como el eterno segundón. En ocho ocasiones subió al podio del Tour de Francia, pero nunca consiguió ganarlo. Tuvo el infortunio de compartir época con dos fenómenos, Jacques Anquetil y Eddy Merckx, que le privaron del máximo honor. Raikkonen corre el peligro de seguir su senda. De momento ya adorna su palmarés con dos subcampeonatos. Su talento es incuestionable, pero en su camino se ha topado con un muro demasiado alto para él. A pesar de ser dos años mayor que Alonso, Kimi ha quedado a la sombra del campeón. Incluso siendo adolescentes, Fernando le enseñó la matrícula en el Mundial de kárting. Desde entonces, tiene una piedra en el zapato que le está haciendo daño.
En su desafío no le va a ayudar su talante frío y poco comunicativo (tal vez para disimular ese carácter se tatuó un sol sonriente en su muñeca derecha). En Ferrari empiezan a ver en él una mezcla de Dustin Hoffman en 'Rain man' y Harpo, el mudo de los hermanos Marx. Un tipo extraño, dicen. El finlandés empieza a destilar un cierto aire quijotesco, de personaje disperso y obsesionado con derribar su particular molino de viento. En las últimas dos temporadas su gran enemigo le ha dado una soberbia lección, pero Kimi presume ahora de lanza nueva y un caballo de postín. Si esta vez tampoco lo consigue, tiene todas las papeletas para convertirse en el Poulidor de la Fórmula 1, resignado a soportar, impotente, la tiranía del gran dominador
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