Oriol Puigdemont en EL PAIS escribió:
Consciente de las distracciones que disminuyeron su rendimiento en 2011, el piloto británico ha cambiado sus hábitos, de agente e incluso de residencia
Si hubo alguien que metabolizó mal el pasado Campeonato del Mundo de fórmula 1 fue Lewis Hamilton. Vivió un tormento a la sombra de Jenson Button, su compañero en McLaren, mucho más entonado y regular que él. Por primera vez en su vida, el de Tewin tuvo que encararse a la realidad más cruda y despiadada que debe afrontar un piloto. Se dio cuenta de que su vecino de taller era más rápido que él al volante del mismo coche, algo que no le había pasado ni siquiera el año de su debut (2007) a pesar de tener al lado a Fernando Alonso. Concluida la temporada, Hamilton hizo un profundo análisis de sí mismo y de todo aquello que orbitaba a su alrededor y llegó a una serie de conclusiones que derivaron en un radical cambio de hábitos.
Si a lo largo del Mundial nunca reconoció que las turbulencias que le rodeaban fuera de la pista se reflejaban después dentro de ella, las reflexiones que hizo durante el invierno le llevaron a cambiar de opinión radicalmente y admitir que, efectivamente, no estaba suficientemente centrado o, en cualquier caso, podía estarlo mucho más. Lo repasó todo punto por punto, desde el más mínimo movimiento del MP4-26 hasta la infinidad de roces y encontronazos que tuvo con Felipe Massa, y trató de extraer una lectura constructiva. “Creo que solo se trata de estar más enchufado, más alerta y consciente de todo lo que ocurre a mi lado. La cuestión era que había demasiada dispersión en mi vida y, cuando tu mente no está clara, las decisiones que tomas tampoco lo están”, advertía el propio Hamilton hace unos días en The Independent.
Para dar un volantazo a esa tendencia que le torturó, la estrella de McLaren se ha impuesto una hoja de ruta que, según dice, le ha devuelto esos valores que tanto le ayudaron en su época de formación, cuando se dejaba el alma en cada circuito de karting y tragaba más polvo que nadie, alejado de la pomposidad que ahora le envuelve: “Se trata de una combinación de factores. De concentrarte al máximo en todo lo que haces, de no malgastar tu tiempo, de centrar esfuerzos a la hora de entrenarte y viajar...”.
Es decir, la receta que en 2007, su primer año en la fórmula 1, le llevó a perder la corona en el último gran premio y por solo un punto y que en 2008 le permitió al fin colocársela. “Sí, entonces era tremendamente disciplinado. No es que después dejara de serlo, sino que mi radio de acción creció en otros frentes. Ahora, mis prioridades vuelven a ser las iniciales”, relativiza. Esta metamorfosis le ha afectado en todos los frentes, tanto en su día a día fuera de los circuitos como en la relación con los distintos actores que forman parte del circo. Además de mudarse de Ginebra a Mónaco hace menos de un mes —“aún tengo cajas por abrir”, resalta—, el protegido de Ron Dennis ha cambiado de agente, olvidándose del farandulero Simon Fuller, que también lleva a su novia, la cantante Nicole Sherzinger, y se ha puesto en manos de Didier Coton, exrepresentante de Mika Hakkinen.
Con la ayuda de Coton, el que fuera el campeón más joven de la historia pretende alejarse de las tentaciones que en 2011 le nublaron la vista. En varias ocasiones, nada más terminar una carrera e independientemente del resultado, Hamilton se subía a un avión con rumbo a Estados Unidos, donde se encontraba con su pareja.
“Me he dado cuenta de los sacrificios que hay que hacer cuando compites en la fórmula 1. Hay que saber decir no cuando te llama un amigo para ir a tomar una copa entre semana si tienes que entrenarte al día siguiente. El año pasado salí a divertirme muchas veces porque pensaba que eso no me afectaba cuando, en realidad, sí lo hacía”, ahonda. “Todo ello tiene una reacción en cadena porque tardas dos días más en recuperarte, no te entrenas y tu mente está en otro lado”, concluye el ganador de la primera pole position de 2012 y que, sin embargo, no pudo impedir que Button y Sebastian Vettel le ganaran la partida al cruzar la meta de Melbourne.
Por su gesto en el podio y las pocas palabras que soltó después, esta nueva versión de Hamilton no digirió la clasificación final. En Malasia, en menos de una semana, se sabrá si, tras este varapalo, sigue pensando que tanto esfuerzo y sacrificio sirven para algo.
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