En Ferrari, el coche rojo con la insignia del Cavallino Rampante es el verdadero ídolo, el piloto es sólo un accesorio...
Ferrari in aeternum
En la Fórmula 1 no hay piloto sin coche y no hay coche sin equipo, es un razonamiento lógico, similar al que señala que un elemento es una parte de un sistema, así que son indivisibles. Pero una especie de corriente alternativa viene postulando, desde hace unos años, la teoría de que si un elemento es bueno, no obstante, el resto del sistema es malo.
Ferrari es una institución deportiva tan grande, prestigiosa y respetable como cualquier otra en el mundo. Que ahora se manifiesten cruzadas mediáticas para minimizar su trayectoria, o para proyectar calamidades en sus aspiraciones, no hace más que ilustrar lo expuesto. La tendencia a distorsionar lo objetivo ha resultado productiva para ciertos sectores interesados en negociar con la ilusión ajena. El desencanto tras no conseguir triunfos, hazañas y glorias, que solo existen en la mente de los fanáticos más furibundos, han originado demostraciones de intolerancia para con todo aquello que representa Ferrari.
Esa recurrencia habitual de ubicar al piloto por encima de su equipo, la institución que le ampara, o incluso de la disciplina que practica, y que una fracción del público lo crea, evidencia que también en estos ámbitos, la manipulación rinde sus frutos. Si tal planteamiento se lleva a otros terrenos deportivos, insinuar que un atleta es más grande que su club, sería una osadía del tamaño de un campo de fútbol.
Pero es que ni siquiera la misma Fórmula 1 es más grande que Ferrari. Cuando se organizó el primer campeonato, en 1950, los coches de la Scuderia Ferrari ya habian cumplido 21 años recorriendo el mundo, así que su legado no se inició ayer. La Scuderia también sobrevivió a la desaparición física de su fundador, Don Enzo Ferrari, y además superó un período de 21 años sin ganar un título. Si todos estos factores no resultan suficientes para sostener la infinitud de Ferrari, pues entonces su registro de más de 800 participaciones en la Fórmula 1, y el hecho de que muchas generaciones han mantenido intacta su devoción por los monoplazas fabricados en Maranello, tal vez si resulte convincente. Y es que Ferrari posee una incondicional legión de seguidores, los tifosi, quienes, al igual que los fanáticos de otros clubes deportivos, se mantienen fieles a su escudo aunque los pilotos se retiren o se marchen a otro equipo. ¿O es que acaso ahora aplica otra lógica?
Grandes pilotos han defendido a la casa de Maranello y han enriquecido con sus actuaciones la historia de la escudería italiana. El más grande de cualquier época, el argentino Juan Manuel Fangio y el poseedor de más victorias y campeonatos, el alemán Michael Schumacher, son ejemplos emblemáticos. Al culminar sus respectivos ciclos con el equipo, los tifosi no migraron con ellos. El caso de Schumacher es más reciente, aunque haya establecido un período de dominio, títulos y récords con Ferrari, en 2010 llegó al circuito de Monza defendiendo los colores de Mercedes AMG. Las tribunas que muchas veces vitorearon a rabiar sus victorias permanecieron fieles al equipo italiano. Los coches fabricados en Maranello eran los protagonistas y Schumacher uno más en la parrilla, un punto plateado en una niebla roja.
Esta situación es difícil de digerir si el fanatismo e idolatría recae en una persona y no en un equipo, pero al contrario resulta un suceso cotidiano. Es sencillo, los pilotos van y vienen, eso hay que aceptarlo, es similar a la ley de la vida. Hoy estamos, mañana tal vez no.
José Froilán González, Alberto Ascari, Stirling Moss, Wolfang Von Trips, Jhon Surtees, Maike Hawthorn, Niki Lauda, Jody Scheckter, Peter Collins, Phil Hill, Clay Ragazzoni, Nigel Mansell, Alain Prost y Fernando Alonso, entre otros, tuvieron la dicha de competir para Ferrari así que parte de sus trayectorias estarán signadas por la gloriosa escudería italiana.
No obstante, si se busca una referencia de piloto Ferrari, el canadiense Gilles Villeneuve es el primero en surgir. Aunque no ganó un título, sus innumerables demostraciones, impregnadas de temeridad, valentía, corazón, fidelidad y constante lucha contra la adversidad, reflejan la estirpe de Ferrari. Villeneuve no fue el primero, ni el único en morir pilotando un coche rojo, pero su trascendencia ha sido tal que hasta nuestros días nadie ha logrado hacerle sombra.
Así mismo, Ferrari ha enfrentado, enfrenta y enfrentará grandes desafíos, y pronosticar a los cuatro vientos que los próximos años de Ferrari serán el apocalipsis, solo porque un piloto se desvincula de la Scuderia, es una irresponsabilidad mayúscula y constituye un menosprecio para un equipo que ha conquistado 221 victorias, 16 campeonatos de constructores y 15 de pilotos. Los movimientos para culminar un ciclo e iniciar otro son manifiestos implícitos de que los cambios son necesarios y deben suceder si el camino no es el correcto. Aferrarse a todo aquello que no sucedió es un error.
También se hace necesario ponerle un punto final al artificioso estigma del piloto "Solo contra el mundo" o la "cruzada heroica para intentar llevar a Ferrari al Olimpo", o el "yo no pude entonces nadie podrá"; esas tramas ya han sido hartamente manoseadas en las etapas Mansell/Prost. Tales períodos fueron superados por Ferrari; aquí no hay nada nuevo bajo el sol.
Que el nuevo Reglamento Técnico afectó demasiado a Ferrari, pues es cierto, la temporada fue para olvidar. No obstante, desde el último cetro alcanzado como equipo, en el 2008, cada año las metas se hicieron esquivas y a su vez más lejanas. Ferrari todavía opera como una estructura tradicional y el nacimiento, desarrollo y consolidación de proyectos como el de Red Bull Racing y el de BrawnGP/ Mercedes AMG, equipos no tradicionales, fueron respuestas que silenciaron a Ferrari, y a todos aquellos que contaban campeonatos por docenas, sin detenerse a pensar en lo que sucedía.
La Fórmula 1 está evolucionando, equipos con nuevas visiones marcan el camino y pilotos cada vez más jóvenes irrumpen en escena para vencer a los consagrados. Eso está sucediendo y hay que asimilarlo, inventar historias alternativas para alimentar egos ajenos es desayunar mentiras. Al igual que en la vida misma, los cambios deben producirse. Ferrari no puede permanecer estacionada en el 2008.
Que muchos entendidos cuestionen los movimientos en Ferrari, arrojando hiel sobre el equipo sin detenerse a reflexionar que tal vez sea necesario imitar la gestión de Red Bull para retornar a la senda victoriosa, luce como el típico consuelo de tontos. Las polémicas en tal sentido siempre estarán allí a la hora de evaluar los proyectos por venir, pero ya tocado fondo este año, es obvio que la única opción de Ferrari es ascender.
Apostar al fracaso de Ferrari, desde el punto de vista mediático, evitará generar incómodas discusiones en otros ámbitos si ocurre lo contrario y aunque no hice el curso de vidente, puedo asegurar que Ferrari volverá a ganar. La escudería italiana es un símbolo indestructible, una muestra de que las instituciones con legado glorioso son trascendentales. En Ferrari, el coche rojo con la insignia del Cavallino Rampante es el verdadero ídolo, el piloto es sólo un accesorio...
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