La lección que Leclerc aprendió sobre Ferrari (y que Vettel le señaló en público)
Ferrari ejecutó una maniobra estratégica que alejó de la victoria a Charles Leclerc. ¿Se benefició a Vettel en contra de su compañero? Detrás, los complejos intereses de un equipo
¿Mereció a o no Sebastian Vettel la victoria en el Gran Premio de Singapur de Fórmula 1? ¿Favoreció Ferrari al alemán a costa de Charles Leclerc? “Agacho la cabeza hasta el final de la carrera, solo quiero haceros saber mis sentimientos. Para ser totalmente sinceros, no entiendo el ‘undercut’, pero lo discutiremos a final de la carrera”, fue uno de sus mensajes al equipo por la radio tras ser víctima de la estrategia de su propio equipo.
Vettel ganó, por fin. Tras más de un año sin victorias. En el epicentro de la mayor borrasca de su carrera, reciente la humillación de Monza. Un triunfo producto de una decisión que descabalgó del liderato al otro piloto de Ferrari. ¿Ayudó o no la Scuderia a su eslabón más débil? La respuesta la ofreció el propio Vettel al terminar la carrera.
Quién era el objetivo
Antes de afrontar un gran premio, el departamento estratégico ha desarrollado múltiples simulaciones y supuestos de carrera, que actualiza en tiempo real durante la prueba. En torno a la posición de Vettel incidían varios pilotos y factores: Hamilton por delante, Verstappen por detrás, o en qué momento volver a la pista para evitar el tráfico del resto del pelotón. Especular que la estrategia como objetivo entregarle el triunfo a Vettel a costa de Leclerc carece de lógica en esa dinámica de carrera. Tema aparte es el efecto colateral e inesperado de la misma.
Un equipo con opciones al triunfo necesita a sus dos pilotos en primera línea o pegados uno a otro, porque permite desplegar más opciones estratégicas frente a los rivales. Era Vettel y no Bottas quien perseguía a Hamilton. Ferrari podía así abrir fuego. Que el alemán entrara primero y en la vuelta siguiente Leclerc dejó fuera de combate a Mercedes, como luego se comprobaría. También neutralizaba a Verstappen.
JAVIER RUBIO
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De ganar a obedecer
Pero Vettel vio clara su oportunidad como buen zorro veterano. “Lo dí todo en la vuelta de salida cuando vi que los dos coches por delante no paraban”. Supo que podía colocarse líder. Así empezó a forjar su triunfo. Para sorpresa de todos, los neumáticos duros que montó eran pegamento al suelo, mientras que los Leclerc y Hamilton estaban en las lonas antes de parar. Por unos metros, Vettel adelantaba a Leclerc. Repasar el vídeo de esa vuelta confirmaba a su ingeniero dándole las referencias con Hamilton como objetivo. Pero en la red cayó también el otro Ferrari. Vettel lo había intuido antes que el equipo.
A partir de aquí, los indignados mensajes por radio de Leclerc. Luego volveremos a ello. El monegasco dejó claro que no se resignaba. Pero luego Vettel jugaria mejor sus cartas en el tráfico, sacando varios segundos a su compañero. Incluso se la jugó en el adelantamiento de Gasly. Hasta que Ferrari paró los pies a Leclerc. Un trago amargo de digerir cuando vives momentos tan dulces desde Spa. Ay esa recepción en Maranello pocos días atrás, jaleado por todos los miembros del equipo. De saborear la victoria, a ejercer de subordinado.
¿Merecía Leclerc el triunfo, especialmente tras su increíble vuelta del sábado? Absolutamente. ¿Le perjudicó Ferrari? No deliberadamente, por supuesto. Circunstancias de carrera, que en este caso favorecieron al segundo piloto, como también ocurrió -pero a la inversa- el sábado por la tarde en Monza, gracias a la cínica pillería de Leclerc y en perjuicio de su compañero de equipo.
La cicuta y la miel
Un contexto más amplio es necesario para valorar la victoria de Vettel. Porque Leclerc fue perjudicado, sí, pero Ferrari triunfó en todos los sentidos. Recogió los frutos de su nueva evolución aerodinámica que tan sorprendente renacimiento ha proporcionado al SF90. Logró un doblete en una pista a la que llegaba con el temor al ridículo como en Hungaroring. Pero aplastó a Mercedes en todos los órdenes, y suma tres victorias seguidas por primera vez desde 2008. Para Leclerc, la estrategia de Ferrari fue cicuta. Para Mattia Binoto, pura miel.
Aquí entra en juego la singular y paradójica dinámica de un equipo de Fórmula 1. Por un lado, los intereses globales de la organización. Por otro, los personales de dos talentos de élite, forjados en la selección natural más competitiva, con su compañero como principal rival. Egoísmo imprescindible, patológico instinto 'killer'. Pugna por decantar la balanza del liderazgo interno hacia su garaje. Una tensión de intereses siempre en juego, material de gestión para un Binotto o un Wolff.
Hubiera sido un gran error
La indignación de Leclerc por la radio era comprensible ante el desconcierto de que fuera su propio quien le endosaba un ‘undercut’. Comprendió que tenía la carrera perdida. Pero que también tenía que lanzar un mensaje a toda la organización con sus reproches: “Me tocará tragar, pero no aceptar”. Un mensaje de liderazgo a Ferrari, a sus ingenieros y mecánicos. El ‘killer’ tiene que ejercer en todo momento. Aunque toque perder. “Acepto pero no comparto”. Aunque en horas bajas, Vettel ejerció también como el 'asesino deportivo' que se le presume: olisqueó una ventana de oportunidad y no la desaprovechó. Fue entonces cuando la pelota pasó al campo de Mattia Binotto.
El responsable de Ferrari reconoció que se valoró devolver la posición a Leclerc. Desde el punto de vista ético, comprensible. Desde el punto de vista global, un enorme error. Porque hubiera condenado definitivamente a Vettel como mozo de mulas de Leclerc. Porque con la orden, habría desmotivado radicalmente a todo un lado del garaje de Ferrari. ¿Qué motivación podrían tener mecánicos e ingenieros de Vettel en el futuro? Si Leclerc aspirara al título sería justificable una orden de revertir posiciones. No era el caso. El orden importaba poco en tales circunstancias. Ferrari batió a Mercedes y logró un doblete inesperado.
En Spa, el alemán protegió a su compañero. En Monza sufrió la actuación de Leclerc. ¿La lección que Vettel verbalizó para su joven compañero? “Después de Monza, estaba deprimido, por mí y por el equipo. Ahora, estoy contento conmigo pero también por el equipo. Estás equivocado si piensas alguna vez que eres más grande que este equipo”. No fue una gran carrera para el monegasco, pero sí para Ferrari. Lección aprendida.
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